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Adri

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sábado, 3 de agosto de 2013

Una hondura espiritual y trascendente que es más que una pompa de jabón

Una hondura espiritual y trascendente que es más que una pompa de jabón

Eclesiastés, 1, 2; 2, 21-23; Sal. 89; Col. 3, 1-5.9-11; Lc. 12, 13-21
No terminamos nunca de aprender la lección. Con lo que nos va sucediendo en la vida o contemplamos lo que va sucediendo en nuestra sociedad tendríamos que aprender a escarmentar en cabeza ajena, como se suele decir, pero no terminamos de aprender. No sé, pero parece que fuéramos niños que corriéramos tras unas pompas de jabón sin darnos cuenta de que se van a desvanecer en el aire.
Hace unos días al pasar por una plaza había alguien que estaba haciendo eso, pompas de jabón; confieso que nunca las había visto tan grandes y con figuras tan caprichosas; y como suele suceder allá había unos niños que corrían tras ellas tratando de atraparlas en su juego sin caer en la cuenta de que pronto al tocarlas se quedaban en nada; pero lo curioso era que los mayores que pasábamos por el lugar también nos quedábamos como atontados mirando y casi como queriendo correr también a atraparlas.
Pompas de jabón, vanidades… Así comenzaba el texto del sabio del Antiguo Testamento. ‘Vanidad de vanidades y nada más que vanidad…’ Curioso que la palabra hebrea empleada en el esto sagrado ‘hebel’ su primer significado es soplo, utilizado en sentido metafórico para designar algo efímero, transitorio, una realidad inconsistente y fugaz que no se puede aferrar. Me vino la imagen de la pompa de jabón.
¿Queremos apoyar nuestra vida en una pompa de jabón? ¿en algo efímero, transitorio y fugaz? Nos aparecen varias sentencias en el texto de la Palabra de Dios que hoy se nos ha proclamado. ‘Guardaos de toda clase de codicia, nos dice Jesús; pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes’. Y por otra parte san Pablo al invitarnos a mirar hacia arriba, a no quedarnos solamente a ras de la tierra con las cosas materiales, nos advierte que entre otras cosas también ‘la codicia y la avaricia son una idolatría’. Nos recuerda aquello que en otra ocasión nos dice Jesús en el evangelio que no podemos servir a dos señores, a Dios y a las riquezas.
El texto del evangelio de hoy arranca del hecho de que alguien viene a pedirle a Jesús que haga de árbitro o de juez con su hermano que le está reclamando la herencia. No quiere Jesús entrar en esos pleitos familiares, pero si nos deja un hermoso mensaje para que no apeguemos nuestro corazón a lo material. ‘Guardaos de toda clase de codicia, nos dice Jesús; pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes’. Y ya hemos escuchado la parábola que nos propone.
Somos bien conscientes de que tenemos que valernos en la vida de los bienes materiales; es la forma de nuestro intercambio, de la remuneración material de lo que hacemos o trabajamos, son los medios materiales que necesitamos para nuestro sustento y para la obtención de aquello que necesitamos  y justo es que lo tengamos y por ese medio logremos una vida digna y que también podamos disfrutar de todo eso bueno que tengamos a nuestro alcance. Sentimos arder nuestro corazón en compasión y hasta en angustia cuando contemplamos a tantos que hoy lo pasan mal por la carencia de esos medios que les lleva a profundas y dolorosas necesidades. Y no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante esos problemas que hacen sufrir a tantos.
Pero lo que estamos escuchando hoy en el Evangelio y toda la Palabra de Dios es un iluminarnos para que le demos un hondo sentido a la vida y al uso también de esos bienes. Se nos habla de la codicia, de la avaricia, de esa ambición desmedida por la posesión de cosas o de bienes, de esa acumulación de cosas materiales pensando que es así donde y cómo vamos a alcanzar la felicidad verdadera. Nos viene bien hacernos estas reflexiones, también ¿por qué no? en medio de este tiempo de vacaciones y de disfrute, porque bien sabemos que vivimos en un mundo demasiado materialista, demasiado sensual que se pueden convertir en tristes idolatrías de nuestra vida.
Cuidado con las pompas de jabón, como veíamos en las imágenes del principio de nuestra reflexión. Tenemos el peligro de descuidar esos valores que van a dar más trascendencia y profundidad a nuestra vida quedándonos solo en lo material. Hay tantas cosas que pueden contribuir a nuestra felicidad y a la de cuantos nos rodean y no es precisamente solo desde la posesión de esos bienes materiales.
Cuidemos y cultivemos de verdad todo aquello que nos ayude a una mejor convivencia y armonía con los que están a nuestro lado. Y ahí podríamos fijarnos en tantos detalles y señales de respeto, de sinceridad, de sencillez y humildad, de encuentro y entendimiento que habríamos de tener con los que están a nuestro lado, desterrando de nuestro corazón vanidades, orgullos, posturas egoístas e insolidarias, desconfianzas... Son cosas sencillas que podemos hacer sin que nos cueste nada más que nuestra buena voluntad poniendo lo mejor de nosotros mismos y nos hacen verdaderamente felices a todos.
Y como nos decía san Pablo ‘buscad los bienes de allá arriba… aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra… despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo…’ Elevemos nuestra mirada, elevemos nuestro espíritu; no nos podemos quedar en lo terreno, somos un ser espiritual; démosle trascendencia a nuestra vida, porque no nos quedamos en el aquí y ahora de nuestra vida terrena y presente. Démosle verdadero hondura espiritual a todo lo que hacemos y vivimos.
Cultivemos los valores de la fe. Sintamos cómo desde Jesús nuestra vida se transforma. En Cristo vamos descubriendo en verdadero valor de lo que hacemos y de lo que vivimos. El que elevemos nuestro espíritu, el que sepamos dar trascendencia a lo que hacemos, no significa que nos desentendamos de nuestro mundo y de lo que aquí tenemos que vivir, o de las cosas que aquí tenemos que usar. Vamos a encontrar su verdadero valor. Y si nos dejamos en verdad transformar por Cristo necesariamente estaremos contribuyendo a transformar nuestro mundo a imagen del Reino de Dios.
Y en la fidelidad y responsabilidad con que usemos de esos bienes materiales nos daremos cuenta también de su trascendencia para los demás, porque con ello estaremos contribuyendo a hacer nuestro mundo mejor. Recordemos que nos enseña en sus parábolas a saber valorar y hacer fructificar hasta el más pequeño de los talentos. No nos desentendemos, pues, de este mundo, sino todo lo contrario, todo eso que está en nuestras manos nos daremos cuenta que está para el bien de todos y estaremos contribuyendo a la felicidad de todos mejorando nuestro mundo.

No nos apoyamos en una pompa de jabón, en una vanidad. Qué profundidad aprendemos a darle a nuestra vida desde el sentido del evangelio. Que en todo aquello que hacemos o de lo que disfrutamos no busquemos nuestra gloria sino que de la trascendencia que le damos a todos busquemos siempre la gloria del Señor.

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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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