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Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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viernes, 31 de octubre de 2014

Reunidos con toda la Iglesia veneramos la memoria de todos los santos y cantamos la alabanza del Señor

Reunidos con toda la Iglesia veneramos la memoria de todos los santos y cantamos la alabanza del Señor

Apoc. 7, 2-4.9-14; Sal. 23; Mt. 5, 1-12
‘Reunidos en comunión con toda la Iglesia veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo san José; la de los santos apóstoles y mártires… y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección’.
Es la conmemoración que se hace en la primera plegaria eucarística - de manera semejante en el resto de plegarias eucarísticas - cada vez que la Iglesia se reúne para celebrar la Eucaristía. ‘Reunidos en comunión con toda la Iglesia…’ decimos. Así tenemos que sentirnos siempre. Hoy en esta Solemnidad la Iglesia lo hace de manera especial cuando queremos celebrar a todos los santos; a ellos queremos sentirnos unidos en comunión con toda la Iglesia, la Iglesia que aún peregrina en este mundo, con la Iglesia triunfante y gloriosa con la que deseamos un día poder merecer ‘compartir la vida eterna y cantar las alabanzas del Señor’, como expresamos también en otra de las plegarias.
Y cuando celebramos a todos los santos como hoy lo hacemos, lo mismo que cuando hacemos memoria y celebramos ya en particular a cada uno a lo largo del año litúrgico, queremos contar con su ejemplo y con su intercesión. ‘Por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección’, pedimos.
Una fiesta muy hermosa la que hoy celebramos que nos llena de alegría, de optimismo y de esperanza a los cristianos que aun caminamos en este valle de lágrimas. De la alegría, porque celebramos el triunfo y la gloria de esa multitud innumerable de personas que ya gozan de Dios y, al mismo tiempo, desde Dios siguen en contacto con nosotros como intercesores y como estímulo de vida, como hemos expresado. Ellos son el mejor fruto de la Pascua de Cristo, y quieren vernos a nosotros también asociados a su triunfo.
Del optimismo, porque nosotros lo mismo que ellos, siendo fieles al Espíritu Santo y haciendo el mismo camino del Evangelio, podemos llegar a la meta, a nuestra plenitud en Dios y gozar eternamente de su gloria y de su paz.
De esperanza, porque ellos fueron hombres y mujeres como nosotros que, viviendo su vida ordinaria al ritmo de la voluntad de Dios, en circunstancias a veces mucho tan difíciles o más que las nuestras, pudieron alcanzar la misma santidad a la que todos estamos llamados.
Nos alegramos, pues, en esta fiesta, pero su celebración es un estímulo grande para nuestra vida. Nos ha de hacer reflexionar mucho la contemplación de esa multitud innumerable que canta la gloria del Señor, como nos describe el libro del Apocalipsis. Nos recuerda que nosotros hemos de formar parte de ese cortejo del Cordero porque somos también los redimidos del Señor. Es nuestra grandeza y nuestra gloria porque con la sangre del Cordero hemos sido redimidos y rescatados, hemos sido purificados - hemos lavado y blanqueado nuestras vestiduras, nuestra vida, en la sangre del Cordero - y nos hemos convertido en hijos.
Grande es nuestra dignidad y nuestra gloria por pura gracia, por la gran benevolencia del Señor que ha sido el que nos ha llamado hijos cuando por la fuerza del Espíritu divino desde nuestro Bautismo hemos participado de la vida divina y comenzado a ser hijos de Dios. Y estamos llamados a que un día podamos verle cara a cara porque ‘seremos semejantes a El y lo veremos tal cual es’. ¿No es esto motivo para la alegría, para el optimismo y para la esperanza?
Contemplar hoy la gloria de todos los santos, además de llenarnos de esperanza en ese deseo de un día participar también de su gloria, nos hace sentirnos impulsados con su ejemplo a vivir nosotros esa santidad en nuestra vida. ‘Todo el que tiene esperanza en El se purifica a si mismo, como El es puro’, nos decía la carta de san Juan. Queremos ser santos, queremos purificarnos, queremos emprender ese camino de la santidad desde ese ejemplo y modelo que son para nosotros todos los santos que hoy celebramos. Sabemos que podemos ser santos porque otros hermanos nuestros, con nuestras mismas debilidades y flaquezas, lograron hacer ese camino de santidad.
¿Qué es lo que ellos hicieron? Seguir un camino de fidelidad. Empaparse del espíritu del Evangelio de Jesús para así vivir la vida de Jesús y merecer la bienaventuranza, como hoy escuchamos en el evangelio. Vivieron la gratuidad del amor de Dios en sus vidas y sus vidas se vieron transformadas por la fuerza del amor haciendo realidad el Reino de Dios en sus vidas y más presente en consecuencia en el mundo que les rodeaba.
El profeta había anunciado que los pobres, los hambrientos, los que estaban llenos de sufrimientos, los oprimidos eran los destinatarios de la salvación. Recordemos lo anunciado en la sinagoga de Nazaret. Serán ellos los que van a experimentar en sus vidas mejor que nadie lo que es esa gratuidad del amor de Dios. ‘De ellos es el Reino de los cielos, escuchamos hoy en las bienaventuranzas, ellos serán consolados, quedarán saciados, alcanzarán misericordia, verán a Dios, se llamarán hijos de Dios’. Por eso, nos dirá Jesús que serán ‘dichosos los pobres, y los que sufren, y los hambrientos, y los que tienen un corazón limpio de maldades pero lleno de misericordia, los que trabajan por la justicia y por la paz, aunque no sean comprendidos o sean despreciados o perseguidos’.
Ese ha de ser nuestro camino. No nos sirven las autosuficiencias o el creernos ya poseedores de todo porque con ello creemos que seríamos felices. No nos vale encerrarnos en nosotros mismos o  en nuestras cosas olvidándonos o prescindiendo de los demás. La salvación no la alcanzamos por nosotros mismos por muchas cosas que tengamos o creamos saber. Desde la gratuidad del amor de Dios hemos de aprender a actuar de la misma manera para vaciarnos de nuestro yo siendo capaces de olvidarnos de nosotros mismos para dar cabida en nuestro corazón a los demás, sintiendo en nosotros el dolor de los que sufren, el hambre de los hambrientos, los deseos de paz y de justicia de todos los hombres de buena voluntad.
El que está lleno de si mismo y de aquello que piensa que son sus riquezas, no tendrá lugar en su corazón para dar cabida a los demás. El que no ha sabido experimentar en su vida lo que es la misericordia y el amor de Dios no sabrá lo que es tener misericordia con los otros para amarlos con un amor generoso. El que no ha sabido poner a Dios en el centro de su corazón no tendrá ojos para mirar con una mirada distinta de amor a los que le rodean, como el que no sabe abrir su corazón desinteresada y generosamente a los demás tampoco será capaz de abrirlo a Dios, para que sea en verdad el único Señor de su vida y viva en consecuencia el Reino de Dios.
Cuando emprendemos ese camino sentiremos en el corazón la dicha y la felicidad más grande, aunque nos cueste arrancarnos de nosotros mismos y tengamos que llorar quizá lágrimas amargas en el corazón al hacer nuestro el sufrimiento de los demás, pero que se convertirán al final en lágrimas de amor, de dicha y de felicidad.
Y todo eso, nos dice el Señor, que un día lo podremos vivir en plenitud en la gloria del cielo. Hoy lo contemplamos en todos los santos que estamos celebrando y que nos sirven de estímulo y ejemplo. Hoy les pedimos a todos los santos que sean intercesores nuestros para alcanzarnos del Señor esa gracia que nos haga gustar ese amor gratuito de Dios y nos llene de la fuerza de su Espíritu para vivir con toda intensidad la Buena Nueva del Evangelio de Jesús.

Hacemos ahora el camino de la Iglesia peregrina, alimentados con la gracia y la presencia del Señor que se nos da y nos llena de vida en la mesa de los Sacramentos con la esperanza de que un día podamos participar con todos los ángeles y los santos en la mesa del banquete del Reino de los cielos, enjugadas ya las lágrimas de nuestros ojos en la contemplación de la gloria de Dios, cantando eternamente las alabanzas del Señor.

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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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