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Se alegra el alma al saber que tu estas aqui, en nuestra casa de paz

Amigo de mi alma tengo un gran deseo en mi corazon Amar a Dios por todos aquellos que no lo hacen hoy. ¿Me ayudas con tus aportes de amor cada vez que entres aqui? dejanos tu palabra de bien, tu gesto amoroso hacia Dios y los hermanos.

Seamos santos. Dios nos quiere santos

Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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viernes, 27 de agosto de 2010

Humildad y gratuidad, valores a tener en cuenta


Ecl. 3, 17-18.20.28-29;
Sal. 67;
Heb. 12, 18-19.22-24;
Lcv. 14, 1.7-14

Tengo que comenzar confesando que este evangelio me interpela mucho. Es una tarea pendiente porque no he logrado llevarlo a la práctica de mi vida en esa humildad y gratuidad que hoy nos enseña Jesús.
Cuántos codazos nos vamos dando esa loca carrera de la vida por primeros puestos, por honores y reconocimientos, por rodearnos de gente importante o que nosotros creemos importantes e influyentes, y cómo rehuimos, permítanme la expresión, a aquellos que nos huelen mal. Es que yo soy amigo de… decimos tantas veces; es que conozco a éste o aquel… hay que tener amigos hasta en… - no voy a emplear la expresión que solemos usar, pero me entendéis -.
Como hemos escuchado en el evangelio le da ocasión a Jesús para dejarnos el mensaje ‘cuando entró en casa de uno de los principales para comer, le estaban espiando, pero el notó que los convidados escogían los primeros puestos…’ Y nos enseña Jesús algo que es mucho más que unas normas de urbanidad. ‘Cuando te conviden no te sientes en el puesto principal… vete a sentarte en el último puesto…’
¡Qué hermoso lo que ya nos decía el sabio del Antiguo Testamento, el libro del Eclesiástico! ‘Hijo mío en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios… que revela sus secretos a los humildes’.
Lo aprendemos en Jesús, de humilde corazón y que siendo Dios se hizo hombre, tomando la condición de esclavo, siendo el último de todos. Y recordemos cómo Jesús da gracias al Padre del cielo porque revela los misterios de Dios a los humildes y sencillos y las oculta a los que se creen sabios y entendidos. Por otra parte, ¿de quienes estaba rodeado Jesús siempre? De la gente sencilla, de los pobres, de los enfermos y de los que sufrían. Para ellos es su bienaventuranza.
Nos dirá Jesús: ‘Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido’. Es lo que nos va repitiendo continuamente en el evangelio. Nada de luchas por primeros puestos, lugares de honor o rodearme de gentes importantes e influyentes que es nuestra tentación fácil. Le sucedía entonces a los discípulos como nos sigue sucediendo a nosotros hoy. Desterremos de nosotros esos orgullos, porque el orgullo siempre humilla al hombre, humilla al que está a nuestro lado.
De ahí la conclusión que Jesús mismo saca hoy en el evangelio. ‘Cuando des una comida o una cena…’ ¿a quién invitamos? ¿a los que a su vez puedan invitarnos también a nosotros? ‘No invites a tus amigos, a tus hermanos… a los que corresponderán invitándote… invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos’.
Hay un valor o una virtud que a veces nos cuesta tener en cuenta o valorar, la gratuidad. ¿Qué voy a ganar yo con eso? ¿en qué me voy a beneficiar? Lo habremos escuchado muchas veces. Con qué facilidad actuamos por el interés. La vida esta rodeada o demasiado construida por gestos que manifiestan lo interesado que somos. Que me quieran, que me correspondan a lo que hago, que me tengan en cuenta, que valoren mis cosas… de alguna manera como un deseo siempre de sentirme pagado por lo que hago. No está reñida la autoestima con la humildad, pero autoestima no significa estar buscando recompensas siempre por lo que hago.
Nos falta gratuidad. En lo que damos y también en la actitud que tenemos ante lo que recibimos que tendría que llevarnos al fin a la gratitud. No estamos acostumbrados a lo gratuito, a que nos den también de una forma gratuita y algunas veces como que nos extraña y nos cuesta entenderlo. Recuerdo hace años de capellán en una clínica repartía unas tarjetas de felicitación a los enfermos felicitándoles la navidad, y alguien no me la quería aceptar porque no tenía dinero que darme; no comprendía que era una felicitación, y por tanto gratuita, lo que yo le estaba ofreciendo.
Andamos en la vida, por otra parte, demasiado a la competición en lo que hacemos y en consecuencia nos falta esa generosidad para hacer y hacer lo mejor no para recibir nada a cambio. Y cuando andamos con competiciones creamos rivalidades y enemistades, surgen rupturas y resentimientos, porque podemos sentirnos humillados y heridos. No vamos a hacer el bien para quedar mejor que los otros; vamos a ser generosos porque sí, porque queremos a la persona, la valoramos, la aceptamos, nos respetamos y queremos siempre lo bueno.
Gratuidad frente a la competitividad del que más puede, más sabe o quiere ser siempre el primero y principal; gratuidad frente a esas acciones interesadas donde siempre buscamos una ganancia ya sea en lo material o ya sea en otro tipo de satisfacciones o reconocimientos. Gratuidad porque queremos ser generosos porque amamos y aprendemos de la generosidad del Señor que nos ama siempre aunque no nosotros no le correspondamos.
Y gratuidad también en lo que le ofrecemos a Dios que algunas veces en nuestra relación con Dios andamos también medio interesados. Demasiados mercantilistas somos a veces con Dios, porque andamos con El como a la compra-venta con nuestras ofrendas, nuestras promesas y no sé cuantas cosas. Amemos a Dios es Amor y porque de Dios recibimos tanto amor que no nos cabe en ninguna medida humana. Lo de aquella oración ‘aunque no hubiera cielo yo te amara…’
Que así con ese corazón humilde y generoso aprendamos a ir por la vida en nuestro trato y relación con los demás y así nos presentemos también ante Dios.

viernes, 20 de agosto de 2010

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha


Is. 66, 18-21;
Sal. 116;
Heb. 12, 5-7.11-13;
Lc. 13, 22-30

No me regañes. Seguramente que en más de una ocasión lo hemos oído cuando alguien tiene que decirnos algo que quizá no nos gusta en referencia a lo que hacemos o decimos. No me regañes. No nos gusta que nos digan algo, que nos llamen la atención por algo.
Comienzo con este comentario, porque a ello hace referencia el texto de la carta a los Hebreos, pero también porque creo que nos puede ayudar a la actitud con la que nosotros hemos de ponernos ante la Palabra de Dios. Nuestra actitud tiene que ser humilde y receptiva. No vamos a escuchar simplemente palabras que nos halaguen. No vamos sólo a aceptar lo que me agrada, porque quizá prefiramos simplemente dejarnos llevar por lo que buenamente salga o dejarnos arrastrar por nuestros impulsos o deseos.
Siguiendo con la carta a los Hebreos vemos que nos decía que ‘el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos’. Por eso nos decía: ‘hijo mío, no rechaces la corrección del Señor… aceptad la corrección porque Dios os trata como a hijos… después de pasar por ella nos da como fruto una vida honrada y en paz’.
Ser cristiano tiene sus exigencias. El camino del seguimiento de Jesús es exigente. Creo que lo veríamos claro si nos damos cuenta que ser cristiano no es otra cosa que imitar a Cristo, vivir la vida como Cristo lo hizo, con su misma entrega, con su mismo amor. Bien sabemos hasta donde llegó su entrega, hasta donde llegó su amor. Y bien recordamos que en otros lugares nos dice que si queremos seguirle hemos de tomar su cruz para ir tras El.
Sin embargo escuchamos también que a su Reino estamos todos llamados. Ya lo decía el profeta y nos lo dice también Jesús hoy en el evangelio. ‘Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua, vendrán para ver mi gloria… y de todos los países – y nos hace el profeta una relación de distintos lugares bien distantes en el mundo antiguo – como ofrenda al Señor traerán a todos vuestros hermanos… hasta mi monte santo de Jerusalén…’ Es un anuncio de salvación universal. Todos los hombres, de toda condición o de toda raza están llamados. No se reduce a un pueblo o a una raza. Como dice en el Evangelio ‘y vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios’.
Pero, como decíamos, aunque está esa voluntad universal de salvación por parte de Dios, en el entrar a formar parte de su Reino tiene sus exigencias. Hoy nos lo dice Jesús con la siguiente imagen. ‘Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán…
¿Qué significa ‘entrar por la puerta estrecha’? ¿qué nos querrá decir Jesús? Es su camino, no nuestro camino. Hay unos valores que hay que tener en cuenta, un sentido y un estilo de vivir. No se trata, como decíamos, simplemente dejarnos llevar por lo que nos apetezca, sino tratar de descubrir qué es lo que Jesús nos enseña en el evangelio.
Pasa por el camino de la fidelidad y de la fidelidad hasta el extremo, hasta el final. Nuestro sí al Señor, la obediencia de nuestra fe, tiene que ser total. No podemos andar a medias tintas. O con Jesús o contra Jesús. Es una fe, una fidelidad que tiene que hacerse vida; no es un disfraz o una vestidura externa que nos ponemos, sino que tiene que ir a lo más hondo de nosotros mismos.
Pasa por una camino de amor exigente, comprometido, no de buenas palabras o buenos deseos, sino que tiene que traducirse en gestos concretos, en unas actitudes profundas, pero también en unos actos comprometidos que expresen ese amor a los demás, en el compartir, en la búsqueda de una comunión auténtica, en un trabajo por la justicia y la paz en nuestras mutuas relaciones, también en una aceptación respetuosa del otro, en una capacidad de comprensión y en un perdón generoso. Y eso muchas veces cuesta porque fácilmente puede florecer en nuestro corazón el orgullo o el egoísmo.
Pasa entonces por el camino de saber negarnos a nosotros mismos porque lo que importa es que seamos capaces de darnos por los demás. Por eso Jesús nos habla de la cruz para seguirle. Una cruz en la superación de nuestras propias cosas negativas, como en la aceptación de aquellos sufrimientos que podamos padecer.
Esa puerta estrecha la vamos a encontrar en esas actitudes negativas que afloran muchas veces en nuestra vida y que tenemos que saber superar y vencer; en esas violencias que aparecen muchas veces en nuestras relaciones que tenemos que saber dominar; en esos caballos del orgullo y la soberbia de los que tenemos que saber descabalgarnos; en esas exigencias que hemos de saber tener con nosotros mismos para dominar una pasión descontrolado. Esa puerta estrecha está en nosotros mismos, no es algo externo que nos impongan – qué fáciles somos a echar siempre la culpa a los demás -. Es algo que tengo que imponerme yo a mi mismo.
Necesitamos coraje, humildad, caridad, sencillez, fidelidad, responsabilidad, disponibilidad. Necesitamos de la gracia del Señor. Y que poniendo todas esas actitudes buenas en la vida seamos reconocidos por el Señor. Que no se nos cierre la puerta, como nos dice hoy Jesús en el evangelio, y no nos reconozca. No se trata sólo de decir es que yo rezo mucho, es que soy cristiano de toda la vida, es que en mi familia siempre hemos sido muy religiosos. Se trata de esa respuesta personal que cada uno vamos dando a esa gracia, a esa llamada del Señor, a ese ponernos en camino, a ser capaces de pasar por la puerta estrecha.
Para que un día podamos también sentarnos en la mesa de su Reino. Ahora aquí en la tierra participando de su Eucaristía, un día en el cielo gozando de su vida eterna, de su presencia para siempre, cantando para siempre la gloria del Señor.

Aqui puedes leer mas mensajes del Movimiento.

Administracion general y adjuntos

Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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