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Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

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Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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viernes, 22 de agosto de 2014

Confesamos nuestra fe en Jesús en plena comunión de Iglesia como no entendemos la Iglesia sin la confesión de fe en Jesús

Confesamos nuestra fe en Jesús en plena comunión de Iglesia como no entendemos la Iglesia sin la confesión de fe en Jesús

1s. 22, 19-23; Sal. 137; Rm. 11, 33-36; Mt. 16, 13-20
La verdadera confesión de fe en Jesús ha de tener siempre una referencia a la Iglesia, porque es en ella donde podemos hacer esa confesión de fe en Jesús con mayor plenitud y autenticidad; de la misma manera que nunca podremos entender el sentido de la Iglesia sin la referencia a la fe en Jesús, porque si no es desde esa fe no podremos entender nunca el sentido de la Iglesia.
Fijémonos en el evangelio que hemos proclamado; es tras la confesión de fe de Pedro en Jesús cuando Cristo anuncia la constitución de la Iglesia; podríamos decir que de la confesión de fe de Pedro en Jesús nace la  Iglesia, se instituye la Iglesia. Y será ahí en la Iglesia donde está la garantía de nuestra fe.
Vayamos por partes. Jesús está casi en los límites de Palestina con los discípulos en unos momentos de mayor tranquilidad y reposo, pues ahora las multitudes no andan tras Jesús llevándole enfermos o queriendo escucharle. Ya sabemos por otros momentos cómo a Jesús le gustaba llevarse a solas al grupo de los Doce o aquellos más cercanos a El a lugares tranquilos y apartados, aunque no siempre lo consigue. Serán momentos de mayor intimidad, de diálogo más tranquilo entre Jesús y sus discípulos más cercanos, de encuentros más profundos con Jesús.
En este clima surge la pregunta de Jesús, casi como una encuesta, para ver lo que las gentes piensan de El. ‘¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?’ Allí están las respuestas de aquellos que aún no han llegado a una fe verdadera, aunque aprecian que en Jesús hay algo especial. ¿Será un profeta que ha surgido entre ellos? ¿será Juan Bautista a quien Herodes había decapitado que ha vuelto? ¿será Elías a quien esperaban su vuelta después de ser arrebatado al cielo en un carro de fuego como anunciaban los profetas? ¿será alguien como los grandes profetas antiguos, Jeremías o Isaías? Así se van desgranando las respuestas.
Pero Jesús quiere saber más, qué es lo que piensan ellos que con El han estado y están más cerca. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Y allí está Pedro que se adelanta como siempre. Allí están los impulsos del amor que siente por Jesús o habrá quizá algo más hondo en su corazón que ya no lo sabe por sí mismo. ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Pero eso Pedro no lo ha podido aprender por sí mismo. Ha sido el Padre del cielo el que ha sembrado ese conocimiento en su corazón. Porque son palabras salidas del corazón. No es una respuesta meramente intelectual. ‘¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo’. Es la alabanza de Jesús a la confesión de Pedro pero haciendo dirigir la mirada hacia quien ha sembrado esa sabiduría en el corazón.
Pero inmediatamente viene la promesa de Jesús, la institución de la Iglesia donde vamos en adelante a profesar esa fe verdadera. Pedro ha sido capaz de hacer esa hermosa confesión de fe porque se dejó conducir por el Espíritu divino, el Padre que se lo revelaba en su corazón. Y en esa fe de Pedro vamos para siempre a fundamentar nuestra fe. ‘Tú eres Pedro’, el que has hecho esta confesión de fe, ‘tú eres la piedra sobre la que edificaré mi Iglesia’, en torno a ti, como fundamento porque por esa fe estás unido a mi, todos se van sentir unidos para siempre confesando esa misma fe, todos los que confiesen esa fe van a sentirse Iglesia; y tendrán la garantía de que ‘el poder del infierno no la derrotará’. Y tú, Pedro, que eres piedra, piedra fundamental vas a tener ‘las llaves del Reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo’. Está claro lo que es la voluntad de Jesús y su revelación.
Como decíamos al principio desde ahora nuestra confesión de fe verdadera en Cristo ya no la podemos hacer sin la Iglesia. Así lo quiso Cristo; así constituyó a Simón en Pedro, en piedra de esa Iglesia. Tenemos la garantía de la asistencia del Espíritu, como estuvo con Pedro en aquella confesión de fe, así estará también con nosotros si nos sentimos unidos a esa Iglesia. Porque ya nuestra fe no es lo que a nosotros nos parezca, como decían los discípulos al principio recogiendo lo que opinaban las gentes. Es lo que nos ha revelado el Señor lo que vamos a confesar en nuestra fe. Así ponemos totalmente nuestra fe en El.
Y como decíamos, no podemos entender el sentido de la Iglesia sin esa  confesión de fe en Jesús. Sin la fe la Iglesia no tiene sentido, porque no es una organización más, porque no es un ente de poder como pueda haber otros poderes en este mundo; no podemos confundir a la Iglesia con esas entidades de tipo político, social o cultural. La Iglesia es otra cosa que no podemos entender sino desde la fe.
A cuántos le oímos hablar de la Iglesia y no la ven sino bajo esos prismas humanos, esas categorías de nuestro mundo; y claro, no podrán entender lo que es la Iglesia, lo que hace la Iglesia, lo que constituye el ser de la Iglesia. De ahí esos prejuicios que se tienen contra todo el hacer de la Iglesia, y que la quieran ver como una organización de poder más en medio del mundo.
Y esto primero que nada hemos de tenerlo bien claro nosotros, los cristianos, miembros de la Iglesia. Formamos esa comunidad de fe y amor que tiene que hacernos sentir en comunión verdadera de Iglesia. Pero esa comunión, ese sentirnos familia porque somos y nos sentimos hermanos, no nace de unos lazos afectivos, no es por la carne o por la sangre, ni de otros condicionantes o intereses humanos, sino que es desde esa misma fe que tenemos en Jesús y que ahí en la Iglesia profesamos, confesamos, alimentamos y al mismo tiempo nos sentimos impulsados a trasmitirla, a darla a conocer a los demás.
Es la comunión de Iglesia que vivimos y que nos hace sentirnos en verdadera comunión con el Papa, porque es Pedro a quien Cristo constituyó piedra sobre la que se edificaba la Iglesia. No es una organización que busque el poder o que quiere tener en su mano los hilos del mundo; nos une la misma fe que confesamos en Jesús pero desde esa fe sabemos también que tenemos una misión que realizar en ese mundo, no desde el poder sino desde el servicio y desde el amor.
Claro que queremos un mundo mejor y deseamos que los dirigentes de nuestro mundo hagan lo posible porque eso sea realidad; y nosotros desde esa fe y desde ese amor nos sentimos comprometidos y ponemos nuestro granito de arena porque sabemos que solo desde un amor como el que nos enseña Jesús a vivir es como podremos lograr esa paz y ese bien para toda la humanidad.
Fijémonos que desde que falta el amor, aparecen las guerras y la violencia y se destruye la paz y estamos destruyendo nuestro mundo. Ponemos al servicio de ese mundo mejor nuestra manera de entender y de hacer las cosas, y al mismo tiempo rezamos para que quienes tienen en su mano lograr esa paz y bien para todos no cejen en su empeño y en su compromiso. Por eso la palabra de la Iglesia ha de ser siempre una palabra valiente y profética, aunque muchas veces no guste o sea malinterpretada.
Es importante que nos reafirmemos bien en nuestra fe. Tenemos la garantía que nos ha dado Jesús de que si la vivimos en la comunión de la Iglesia no nos faltará esa fuerza del Espíritu para vivirla y confesarla. Tengamos bien claro lo que significa nuestro ser Iglesia y vivamos con orgullo esa comunión de hermanos que nos une de manera especial desde esa fe y desde ese amor. Dejémonos conducir por el Espíritu del Señor que nos lo revela todo allá en lo hondo de nuestro corazón.


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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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