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Seamos santos. Dios nos quiere santos

Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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viernes, 15 de junio de 2012


Una pequeña semilla sembrada que germina, crecer y da frutos

Retomamos los domingos del tiempo Ordinario, porque después de Pentecostés hemos celebrado el domingo de la Santísima Trinidad y el Corpus Christi, aunque el próximo tendremos la solemnidad de san Juan Bautista.
Vivimos en un mundo de eficacia al momento, en el que queremos de forma inmediata la solución de los problemas o el cumplimiento de nuestros deseos, y un poco nos vamos habituando a la espectacularidad de los avances de la ciencia, la rapidez de los acontecimientos o la instantaneidad de las comunicaciones con los medios modernos y los avances de la ciencia. Hemos hecho un mundo de prisas y en el fondo de carreras. 
Pudiera parecernos como un contrasentido, o nos puede resultar extraño, el mensaje que en este domingo recibimos. Nos habla de cosas pequeñas, de cosas que pudieran parecernos insignificantes y de una cierta como lentitud y humildad en lo que sucede. Nos habla de una pequeña semilla, tan pequeña como el grano de mostaza, o de cualquier otra semilla que se oculta en la tierra y a la que hay que dar tiempo para que pueda dar fruto; nos habla de una pequeña ramita cogida de un alto cedro pero que aparentemente parece que se seca y muere. Aunque todas esas pequeñas cosas darán pie luego a algo importante.
Y Jesús en el evangelio nos dice que así es el Reino de Dios, pequeño e insignificante a los ojos del mundo, pero de una fuerza de vida capaz de transformar los corazones y cambiar nuestra vida y también, ¿por qué no?, transformar nuestro mundo.
La transformación que la gracia de Dios realiza en nosotros y en nuestro mundo no es fruto de una revolución violenta e instantánea. Es cierto que el Señor nos pide una transformación radical de nuestra vida pero la gracia actúa en nosotros moviendo nuestro corazón y ayudándonos a dar esos pasos de transformación de nuestra vida, siguiendo el ritmo de Dios que respeta también nuestro ritmo personal. Será así, en ese camino de Dios, camino muchas veces humilde, callado y sencillo, donde vayamos realizando también esa transformación de nuestro mundo desde los valores del evangelio.
Habla de la semilla sembrada y que germina y va creciendo poco a poco, a su paso, para llegar finalmente a dar sus frutos. Así la gracia de Dios va llegando a nuestra vida por distintos caminos, desde pequeñas cosas quizá, en la Palabra que escuchamos, en la oración que hacemos al Señor, en algo que nos hace reflexionar desde una palabra buena que nos dicen, en los acontecimientos que nos van hablando y van siendo en nuestra vida señales de Dios que nos llama y nos va manifestando su amor. Y a ello vamos dando respuesta en el día a día de nuestro caminar con nuestra fe, con nuestras obras de amor, con nuestro compromiso apostólico y social, con ese crecimiento espiritual que hemos de ir realizando. 
La acción de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo muchas veces es una acción callada, que se realiza en el silencio, pero ahí está ese actuar de Dios. Pero también está la responsabilidad de nuestra respuesta a esa gracia que el Señor nos da. Pero está también en que nosotros hemos de ser signos, señales para el mundo que nos rodea, tenemos que ser semillas que se vayan sembrando en nuestro mundo para ir haciendo esa transformación desde el sentido del Evangelio. 
Ya nos gustaría lograr de una vez esa transformación de nuestra sociedad, porque realmente tenemos en nosotros una luz, una fuerza, una vida que puede hacer que nuestro mundo sea mejor. Nos duele la lentitud en muchas ocasiones de la respuesta. De ahí la responsabilidad que tenemos. Pero hemos de tener la constancia necesaria para seguir haciendo ese anuncio, sembrar esa semilla con nuestra palabra y con nuestra vida; hemos de saber tener la paciencia y la esperanza de que esa transformación se pueda ir realizando. No es tarea que hacemos solos, sino que es acción de la gracia de Dios.
Podríamos recordar lo que se nos dice en otro lugar del evangelio con otras parábolas cuando se nos habla de la levadura en la masa. El evangelio es levadura para nuestro mundo, es levadura que tiene que transformar nuestro mundo. Y la levadura se diluye en medio de la masa de manera que incluso no se ve. Nosotros también tenemos una palabra que decir para bien de nuestra sociedad, aunque algunos no nos quieran escuchar. Pero eso no nos ha de hacer callar, ni mucho menos. 
Ahí tenemos que estar como ese pequeño grano, esa pequeña semilla que se siembra y que ha de ir dando fruto. Tengamos esperanza, tengamos confianza en la fuerza de la gracia de Dios. El Señor es el primer empeñado en que la luz del evangelio ilumine nuestro mundo y El nos dará su gracia, estará con nosotros. Somos sus manos y sus pies que hemos de ir repartiendo ese amor que transformará nuestro mundo. 
Bueno es que sepamos reconocer también la obra que calladamente hacen tantos cristianos, que está realizando la Iglesia. Y aunque nos parezca que no, o algunos no lo quieren reconocer, aunque sea una obra que no haga ruido sino en silencio, ahí está la obra de la Iglesia, como esa planta que ha crecido hasta hacerse grande como para que las aves del cielo vengan a ella a cobijarse y a poner sus nidos, como nos dice la parábola. 
Pensemos en estos momentos difíciles cuánta esperanza se siembra en nuestro a través de esa obra humanitaria y de justicia de dar de comer al hambriento como se realiza de tantas maneras a través de nuestras Cáritas parroquiales y de tantas personas que con generosidad se dan, comparten sus bienes, dedican su tiempo, se sacrifican por ayudar a los demás. 
Por mi mente está pasando el listado de tantas personas que conozco con sus nombres y que en muchos sitios, en muchas parroquias, en muchas Cáritas, en muchas instituciones están trabajando con ilusión, con ganas, con gran esfuerzo, con esperanza para hacer el bien. Es esa labor callada y silenciosa desde los pequeños detalles, como nos dice hoy el evangelio, que están haciendo presente el evangelio en nuestro mundo y que son semilla de su transformación. No serán cosas espectaculares como quizá nos gustaría, pero es la pequeña y fructuosa semilla que a su tiempo dará su fruto. El que haya personas así ya es fruto de esa semilla plantada. Son semillas de evangelio vivo.
Que seamos capaces de comprender y valorar esas cosas pequeñas que con la gracia de Dios no solo transforman nuestros corazones sino que van también transformando nuestro mundo. No perdamos la esperanza. Vivamos nuestro compromiso por el Reino de Dios.


El Corazón de María, Santuario del Espíritu Santo y fuente de espiritualidad

Si ayer contemplábamos y celebrábamos al Sagrado Corazón de Jesús, hoy la liturgia nos invita a celebrar al Corazón Inmaculado de María. Una vez más nos acercamos a María y contemplamos a la llena de gracia que tanto nos enseña para que sigamos el camino de su Hijo Jesús; contemplándola a Ella contemplamos el más hermoso reflejo de lo que ha de ser nuestra respuesta al amor que Dios nos tiene y de la santidad que por el amor ha de brillar también en nuestra vida, modelo y ejemplo de nuestra espiritualidad.
Cuando decimos de una persona que es de buen corazón, que tiene un hermoso corazón estamos hablando de su madurez humana pero también de su rectitud y generosidad, de su capacidad de amar, de la riqueza interior de esa persona y, podríamos decir, de la madurez con que afronta la vida con sus dificultades y problemas, siendo capaz incluso de desgastarse en su generosidad en bien de los demás olvidándose incluso de sí misma.
Esto y mucho más podemos contemplar en María; esto y mucho más es la lección que aprendemos de María contemplando su Inmaculado Corazón, como hoy la liturgia nos señala. María, la llena de gracia, la inundada del Espíritu de Dios que hizo rebosar su corazón en tan bellas virtudes y actitudes de amor y de generosidad. 
Mansión del Verbo de Dios y Santuario del Espíritu Santo, la llama la liturgia de la Iglesia en algunos de los textos de esta celebración. En ella moró Dios como no lo hizo en ninguna otra criatura porque llena del Espíritu Santo, fecundada por la sombra del Espíritu Santo llevó en sus entrañas al Hijo de Dios que se encarnaba y se hacía hombre. Si nosotros, en virtud de nuestro Bautismo, hemos sido hechos templos del Espíritu, qué no decir de María que así se llenó del Espíritu Santo para así concebir por su obra y gracia al Hijo de Dios encarnado por nuestra salvación.
Corazón inmaculado decimos en esta fiesta de María y con toda razón lo podemos decir porque en ella no hubo ninguna mancha ni pecado, porque por una parte fue preservada en virtud de los méritos de su Hijo hasta de la mancha del pecado original – Inmaculada en su Concepción, la llamamos – pero esa misma santidad vivió a lo largo de toda su vida. 
En un prefacio para esta fiesta se dice que Dios dio a la Virgen María ‘un corazón sabio y dócil, dispuesto siempre a agradarte; un corazón nuevo y humilde, para grabar en él la nueva Alianza; un corazón sencillo y limpio, que la hizo digna de concebir virginalmente a tu Hijo y la capacitó para contemplarte eternamente; un corazón firme y dispuesto para soportar con fortaleza la espada de dolor y esperar, llena de fe, la resurrección de tu Hijo’. Son las maravillas que en Ella Dios quiso realizar por las que ella canta agradecida al Señor en el Magnificat.
María, llena de la sabiduría de Dios, porque ella llegó a saborear y vivir, como decíamos ayer con san Pablo en la fiesta del Corazón de Jesús, lo que trasciende toda filosofía y todo saber humano, como es el amor cristiano. Ella la rebosante de amor, siempre dispuesta a servir, siempre con los ojos atentos, siempre con el corazón abierto para que en él cupiesen todos los hijos que Jesús desde la cruz le confió.
María, que supo ir guardando en su corazón cuanto el Señor le decía o le pedía, para descubrir siempre la acción de Dios; así supo reconocer las maravillas que Dios obraba en ella y supo cantar a Dios con un corazón agradecido. Merecerá la alabanza de Jesús – porque fue alabanza para ella – porque supo escuchar y plantar en su corazón la Palabra de Dios para hacerla vida.
María es la mujer humilde y dócil a Dios que con fidelidad dice Sí a Dios en cuanto Dios le pide, aunque se sienta la pequeña, la humilde esclava del Señor; es el Sí de la anunciación para que se cumpliera en ella la Palabra que Dios le dirigía, pero fue el Sí que la mantuvo firme y llena de esperanza también en la pasión de su Hijo aunque una espada de dolor atravesara su corazón; es la mujer del corazón firme y siempre dispuesto a soportar con fortaleza el dolor y las pruebas duras y difíciles de entender como fuera la propia muerte de Jesús; por eso María es para nosotros modelo de fidelidad y modelo de esperanza.
Cuánta riqueza interior podemos contemplar en el corazón de María; en esa riqueza interior, en su profunda espiritualidad estaba la fuente de su entereza, de su sí, de su amor, de su entrega y santidad. Se había llenado de Dios porque en su fe sabía escuchar a Dios allá en su corazón. Con qué atención escuchaba las palabras del ángel y las meditaba intensamente para descubrir su significado, para descubrir y aceptar el mensaje divino que a ella llegaba. Rumiaba en su interior cuanto le sucedía para así aprender esa sabiduría y esa fortaleza de Dios. ‘Conservaba todas estas cosas en su corazón’, que dice repetidamente el evangelio. 
Cuanto tenemos que aprender de María para crecer por dentro, para crecer en espiritualidad. Es ese silencio interior que hemos de aprender a hacer para escuchar a Dios; es ese corazón humilde y dócil que se abre a Dios y se deja conducir por el Espíritu divino; crezcamos en humildad y docilidad y creceremos en el conocimiento de Dios porque ese es camino cierto que nos lleva a conocer a Dios, es, pues, esa oración de escucha de Dios, porque si no le sabemos escuchar con apertura de corazón y con humildad no le podremos nunca conocer.
Que sepamos guardar con fidelidad y meditar continuamente, siguiendo el ejemplo de María, la riqueza de gracia con la que Dios quiere llenar nuestro corazón. 

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Administracion general y adjuntos

Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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