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Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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viernes, 22 de noviembre de 2013

Demos gracias a Dios que nos ha trasladado al Reino de su Hijo querido

2Sam. 5, 1-3; Sal. 121; Col. 1, 12-20; Lc. 23, 35-43
‘Demos gracias a Dios que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. El nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados’.
He querido comenzar la reflexión en esta fiesta de Cristo Rey del Universo que estamos celebrando con estas palabras de acción de gracias del apóstol san Pablo que hemos escuchado en la carta a los Colosenses. Vaya por delante, como solemos decir, y por encima de todo nuestra acción de gracias por el don de la fe, porque podamos confesar que Jesús es el Señor. Pero sí hemos de preguntarnos también por el sentido de esta fiesta y celebración para que podamos llegarla a vivir con toda profundidad.
Lo menos que se lo podría ocurrir a alguien es que fuera a buscar a un rey en un lugar de suplicio y de tormento; tampoco podría parecer que tuviera sentido el buscar el trono de un rey en un cadalso, en este caso, en una cruz. Los reyes los buscaríamos en otra parte y con otros, por así decirlo, ornamentos. Pero es lo que nos presenta hoy la liturgia de la Iglesia para poner ante nuestros ojos a Cristo Rey. Pero bien sabemos que tiene su sentido. Ya le respondería Jesús a Pilatos que su reino no es como los de este mundo; que si fuera como los reinos de este mundo allá estarían sus ejércitos para defenderlo. Sin embargo proclamamos a Jesucristo Rey.
Del Reino nos estuvo hablando siempre. El primer anuncio que nos hacía cuando comenzó por Galilea era invitarnos a la conversión porque llegaba el Reino de Dios. Las palabras algunas veces nos pueden jugar malas pasadas, porque depende de lo que entendamos por las palabras que decimos. Esperaban un Mesias, un Ungido que ese es el significado de la palabra hebrea si la tradujéramos literalmente, y el Ungido era el Rey. Luego el Mesías habría de ponerse al frente de su pueblo como rey, pero ¿de qué manera? ¿a la manera de los reyes de este mundo?
Cuando los discípulos andan allá poco menos que peleandose los unos con los otros por ver quien era el que había de ser principal, de ocupar el primer puesto, ya les dice Jesús que ellos no pueden actuar a la manera de los poderosos de este mundo. ‘El que quiera ser primero entre vosotros que sea vuestro servidor, que se haga el último y el servidor de todos’, les diría.
¿Cómo aceptaría Jesús que la gente lo considerara a El como rey? Ya recordamos que tras la multiplicación de los panes cuando comenzaron a pensar en proclamarlo rey, se escondió en la montaña porque no era eso lo que El buscaba ni era así su misión. Sin embargo hay otro momento en que sí aceptar que lo aclamen de esa manera.
Cuando san Lucas nos narra la entrada de Jesús en Jerusalen unos días antes de la Pascua, pide que le traigan un borrico que los discípulos ‘lo aparejaron con sus mantos y lo ayudaron a montar; y cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habian visto, diciendo: ¡Bendito el que viene como Rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto, Hosanna…’ Y cuando los fariseos le piden que mande callar a la gente en aquellas aclamaciones, les dirá: ‘Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras’.
‘Bendito el que viene como Rey, en nombre del Señor’. Ahora sí acepta Jesús que le aclamen como Rey cuando llega ya la pascua y la que va a ser pascua eterna y definitiva. Llega el momento de la ofrenda de amor, del servicio y la entrega hasta el final, del amor del que ama hasta dar la vida, de la sangre derramada en rescate y sacrificio para arrancarnos del reino de las tinieblas y llevarnos al Reino de la Luz. Ahora se va a proclamar en verdad que Jesús es nuestro Rey. Y no solo porque se ponga en el estandarte de la ejecución la razón de aquella condena ‘éste es el rey de los judíos’, sino porque en verdad Jesús se nos está mostrando como Rey.
Alrededor de la cruz de Jesús vamos a escuchar muchos gritos y muchas burlas. ‘A otros a salvado, que se salve a sí mismo si El es el Ungido de Dios… si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo… ¿no eres tú el Mesias?’ diría uno de los condenados al mismo suplicio, ‘sálvate a ti mismo y a nosotros contigo’.
Pero allá alguien que está en el mismo dolor y en el mismo suplicio está contemplando todo con unos ojos distintos, porque parece que una luz le ha llegado al alma. El dolor y el sufrimiento pueden hacer que nos rebelemos contra todo, pero puede ser también un camino que nos ayude a encontrar un sentido a lo que parece que no tiene sentido, si abrimos al menos una rendija del alma para que entre la luz. Es lo que sucedió con el otro de los condenados. Su grito será por una parte para recriminar al otro condenado al mismo suplicio que allá se rebelaba contra todo entrando en el juego de las burlas o de la desesperación, pero por otra parte será un grito de confianza y de esperanza, porque por esa rendija del alma de su dolor ha entrado la luz de la fe. ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’. Hermosa profesión de fe; profunda confesión de esperanza.
Es el que hoy está enseñándonos a que proclamemos con todo sentido a Jesucristo como nuestro Rey. Está descubriendo lo que es el verdadero amor y cuando hay paz de verdad en el alma. Por un camino que quizá nos pudiera parecer imposible, por el camino del mismo suplicio y del mismo dolor y sufrimiento aquel hombre se ha abierto a la fe para reconocer en verdad que Jesús es el Señor. Allí, en la misma Cruz, ha encontrado la Buena Noticia del Evangelio y ha entrado en el camino de la vida y de la salvación. ‘Te lo aseguro, hoy mismo estarás en mi reino, estarás conmigo en el paraiso’. Qué hermoso encontrar así la salvación definitiva.
Estamos concluyendo hoy el Año de la fe al que nos convocó Benedicto XVI y que el Papa Francisco nos ha ayudado a concluir. Y de qué mejor manera que concluirlo con una profesión de nuestra fe reconociendo que Jesús es en verdad el Señor, el único Señor de nuestra vida, nuestro Rey. Pero no pueden ser solo palabras que digamos con nuestros labios, aunque con nuestros labios también hemos de proclamarlas bien en alto para que a muchos puede alcanzar ese rayo de luz que les abra a la fe. Hemos de proclamar nuestra fe con toda nuestra vida.
Hemos venido queriendo ahondar más y más en nuestra fe con las reflexiones que la Iglesia nos ha ofrecido a lo largo del año y con la participación de forma viva en las celebraciones de nuestra fe. Pero quizá aun pudiera faltarnos algun otro fogonazo de luz para que nos despierte de forma viva a vivir nuestra fe con mayor intensidad.
Quiero fijarme en ese hermoso testimonio que nos ofrece el que llamamos el buen ladrón, que desde la misma cruz y el mismo dolor supo o pudo encontrar la luz. Quizá pasamos también nosotros por problemas que nos puedan agobiar sobre todo en las circunstancias sociales en que se vive en hoy, o quizá estamos envueltos en dolores y sufrimientos por enfermedades, achaques o debilidades que nos pueden aparecer en la vida; que desde ahí sepamos ponernos a la altura de la cruz de Cristo y le miremos y nos miremos, como lo hizo aquel hombre del evangelio en el calvario.

Ahí también nosotros podemos encontrar esa Buena Nueva del Evangelio que nos lleve a resucitar o reavivar nuestra fe. Sería un hermoso colofón para este año que hemos recorrido. Que desde ahí, en lo que es nuestra vida, sepamos descubrir a Jesús como nuestro único y verdadero salvador. Es el Señor, el Dios de nuestra salvación. Por eso podemos terminar nuestra reflexión con las mismas palabras de san Pablo con que la iniciamos: ‘Demos gracias a Dios que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. El nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados’

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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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