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Adri

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domingo, 7 de diciembre de 2014

Contemplemos a María que camina a nuestro lado como uno de nosotros pero nos enseña a abrir nuestro corazón a Dios

Contemplemos a María que camina a nuestro lado como uno de nosotros pero nos enseña a abrir nuestro corazón a Dios

Gn. 3, 9-15.20; Sal. 97; Ef. 1, 3-6.11-12; Lc. 1, 26-38
Es tan grande el amor que le tenemos a María y son tantas las gracias que Dios derramó sobre ella cuando quiso escogerla como su Madre, para que en ella se encarnase por obra del Espíritu Santo el Hijo de Dios que cuando nos ponemos a hablar de María queremos ser poetas para sacar las mejores palabras para cantar sus alabanzas, queremos ser artistas para representárnosla con las más grandiosas bellezas y es tanto lo que la elevamos al considerar las maravillas que en ella Dios derramó que tenemos el peligro de porque la levantemos tanto casi la alejemos de nosotros o nosotros nos alejemos de ella.
Pero habla y canta el corazón de los hijos que la aman que si Dios, porque era su Madre, la adornó con tantas gracias, de igual manera en la forma que nosotros sepamos y podemos hacerlo también así la queremos adornar y pintar con las más bellas hermosuras. ¿Qué no le dice un hijo a la madre? ¿qué no le dice un enamorado a su amada?
Hoy estamos celebrando una fiesta muy hermosa porque estamos considerando lo que fue el primer instante de su existencia terrena, aunque en la mente de Dios estaba elegida desde toda la eternidad. Es el instante de su concepción y porque Dios la había elegido desde toda la eternidad para que ocupase ese lugar tan importante en el misterio de nuestra redención, pudo y quiso hacerla toda santa e inmaculada preservándola incluso de aquel pecado heredado de Adán con el que todos nacemos. Empleamos la palabra Concepción para llamarla e invocarla, y por otra parte la llamamos también Inmaculada por su pureza y su santidad, pero realmente siempre tendríamos que utilizar las dos palabras unidas, porque el misterio de amor y de gracia de Dios en ella que hoy celebrar es ser Inmaculada desde el primer instante de su Concepción.
Pero me van a permitir que me atreva a bajarla de los tronos y de los altares, que la despoje de coronas y de joyas preciosas, que le quite los mantos de brocado y ricas telas y a contemplarla como contemplaría a mi madre en las faenas más normales de la casa, quizá con su delantal puesto para evitar la suciedad proveniente de los quehaceres normales del hogar o del campo, y quizá echando una mano allí donde sabe que puede prestar un servicio, con ojos atentos allí donde haya una necesidad.
Es que eso es lo que era María; ella es una de los nuestros, humana como nosotros y atendiendo las responsabilidades propia de un hogar como lo haría nuestra madre o como lo haríamos cualquiera de nosotros. Ella era muchachita entre otras de Nazaret a quien un día llegara un ángel con palabras de Dios para decirle que Dios había pensado en ella para algo grande como ser la Madre del Altísimo, pero no la sacó el ángel de Nazaret para llevarla a ningún palacio ni a ningún templo, sino que allí seguiría ella en las mismas tareas de cada día, también con sus dudas e interrogantes en su interior, con las mismas inquietudes de su alma y también con la turbación grande que comenzaba a sentir ante lo maravilloso que estaba descubriendo que Dios en ella iba a realizar. ‘Ella se turbó al oír estas palabras’, que nos detalla el evangelista.
Pero María siguió con sus tareas y servicios; la veremos preocuparse de su prima, que era mayor e iba a ser madre, y a la que ella podría prestar un servicio; por eso se puso en camino. Mas tarde la veremos en los ajetreos de una boda de algún pariente o vecino de la cercana aldea de Caná, porque no me la imagino simplemente sentada mientras otros le servían - no era lo normal que las mujeres en aquella época estuvieran sentadas a la mesa en un banquete - sino ayudando, colaborando en lo que fuera necesario, porque por algo se enteró de que el vino estaba escaseando y acudió a Jesús en búsqueda de ayuda y solución.
Sí, quiero contemplar a María así, cercana, caminando a nuestro lado en medio de los quehaceres de cada día y los problemas que cada día vayamos encontrando. Porque es ahí, viéndola así tan humana, tan cercana a nosotros podremos aprender que podemos parecernos a María; porque fue ahí en la vida de cada día con sus luchas y problemas donde ella, aunque se decía pequeña y se llamaba a si misma la esclava del Señor, era grande, manifestaba la grandeza de su espíritu, lo portentoso de su fe y de su amor que es lo que tenemos que de ella aprender.
Sí, a María la podemos ver envuelta en problemas y dificultades como cada uno de nosotros podemos tener; ¿no sería el primero un problema para ella que José no supiera el misterio que en ella se estaba realizando y estando desposada con el, sin haber cohabitado juntos, ella apareciera embarazada? A María le costaba entender el misterio de Dios que en ella se realizaba y por eso pregunta al ángel, ‘¿cómo será eso porque yo no conozco varón?’ Problema era el tener que hacer un viaje tan largo, porque surgieron los caprichos de un gobernante de hacer un censo, cuando ella estaba a punto de dar a luz sin saber ni siquiera si podrían encontrar alojamiento en Belén. No digamos su camino de huída a Egipto con el niño recién nacido y así tantas cosas que se iban acumulando en su vida hasta que llegara el momento de la pasión y de la cruz de su Hijo Jesús.
Pero es ahí en todas esas cosas, contemplándola en problemas semejantes a los que nosotros nos podemos encontrar en la vida, es donde aparece la grandeza del alma de María, su entereza, su fortaleza, su fe recia. Ella se fía de Dios; ella quiere siempre escuchar a Dios en su corazón para discernir bien cual es la voluntad de Dios; ella es la mujer que se abre a Dios y aunque se sienta turbada por los problemas o las cosas que no entiende no pierde la paz de su corazón. Es más, todo cuanto le sucedía lo guardaba en su corazón, lo rumiaba en su corazón para seguir dándole su sí a Dios en cada momento de su vida.
El sí de María cuando la visita el ángel con la embajada de Dios no fue una cosa puntual de aquel momento, sino era el sí a Dios que ella en cada momento sabía dar, por ese abrir su corazón a Dios. Abría su corazón a Dios y se llenaba de Dios. Es lo que le dice el ángel que la llama ‘la llena de gracia’ o ‘la que ha encontrado gracia ante Dios’, porque es la mujer en la que Dios habita de una manera especial; ‘el Señor está contigo’, le dice el ángel. Así podría terminar diciendo María, la que ya iba a ser la Madre de Dios tras aquel sí: ‘Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’.
Así cercana a nosotros aprendemos nosotros tantas cosas de María. También tenemos nuestras inquietudes y turbaciones, nuestros problemas y luchas de cada día, interrogantes que se nos pueden plantear de lo que somos o de lo que podemos hacer, pero aprendemos de María a abrirnos humildemente a Dios, a querer escucharle, como lo hacía ella, allá en lo más hondo de nuestro corazón para descubrir en todo momento lo que es el querer de Dios. Como María queremos mostrarnos humildes y quizá pasar desapercibidos pero eso nos impide estar con los ojos abiertos y atentos para ver dónde podemos prestar un servicio, dónde quizá nuestra presencia sea necesaria, dónde podemos poner más amor y más paz para que todos se amen más y mejore nuestra convivencia de cada día.
Miremos así a María cercana a nosotros y caminando a nuestro lado, y aunque nuestros ojos no la vean, con los ojos del alma si sabemos que está ahí caminando a nuestro lado y escucharemos  allí en nuestro corazón que nos dice como a Jesús ‘mira que no tienen vino’, mira que allí hace falta que pongas una mano, mira que aquella persona está sola y sería bueno que le hicieras compañía, mira que hay allí una persona que está sufriendo y puedes estar a su lado y servirle de apoyo. Cuántas cosas podemos sentir que nos va diciendo María cada día allí en lo secreto de nuestro corazón para que nos parezcamos más a ella, para que vayamos poniendo cada día más amor. Y ella siempre nos estará diciendo allá en nuestro interior ‘haced lo que El os diga’, porque siempre nos estará poniendo en referencia a Jesús.

Nos gozamos hoy con María en esta fiesta tan entrañable de la Inmaculada Concepción, pero ya estamos viendo cómo ella quiere estar a nuestro lado y de nosotros más que piropos lo que quiere es que siempre hagamos lo que nos enseña Jesús. Es el mejor piropo que a la madre le podemos decir. Es lo que le dijo Jesús, dichosa María porque escuchó la Palabra de Dios y la puso en práctica.

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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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