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Amigo de mi alma tengo un gran deseo en mi corazon Amar a Dios por todos aquellos que no lo hacen hoy. ¿Me ayudas con tus aportes de amor cada vez que entres aqui? dejanos tu palabra de bien, tu gesto amoroso hacia Dios y los hermanos.

Seamos santos. Dios nos quiere santos

Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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viernes, 25 de enero de 2013


Despertemos la sensibilidad de nuestro espíritu para escuchar el hoy de la Palabra de Dios


‘Toda la gente seguía con atención la lectura del libro de la ley’, nos narra Nehemías en la primera lectura. ‘Toda la asamblea tenía los ojos fijos en El’, nos dice san Lucas de la sinagoga de Nazaret. ‘Y el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley’, se nos narra de aquella liturgia que ‘desde el amanecer hasta el mediodía’ se celebraba en medio de la plaza de la Puerta del Agua. ‘No estéis tristes, se les dice, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza’.
Admirable lo que nos narra hoy la Palabra de Dios tanto de aquella hermosa liturgia del libro de Nehemías, como de la asamblea del sábado en la sinagoga de Nazaret. ‘Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón… tus palabras son espíritu y vida… la ley del Señor es descanso del alma… instruye al ignorante y da luz a los ojos’. Así fuimos meditando y orando con el salmo mientras se nos iba proclamando la Palabra del Señor. ‘Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: Amén, amén. Y adoraron al Señor rostro en tierra’.
Esta liturgia que nos narran los textos sagrados, tanto en uno como en otro texto, nos viene bien contemplarla para tratar también nosotros de llenarnos del mismo fervor, entusiasmo, amor como expresa aquella gente por la Palabra de Dios. Era algo que les llenaba de alegría; se les ve ansiosos de escuchar la Palabra del Señor y no les importa que pasen las horas - desde el amanecer hasta el mediodía - y sin perder ni una palabra ‘seguían con atención la lectura de la ley del Señor’. Muchas preguntas quizá tendríamos que hacernos con sinceridad allá dentro de nuestro corazón.
Al iniciar los domingos, ahora en este tiempo ordinario, la lectura de evangelio de Lucas que nos va a acompañar todo este año, se nos propone por una parte el inicio, los primeros versículos, y por otra lo que sería luego su presentación pública en la Sinagoga de Nazaret. Hace referencia el evangelista a que ya otros han intentado dejarnos por escrito los hechos y dichos del Señor, y él ahora nos lo ofrece, ‘después de haberlo comprobado todo exactamente desde el principio’ nos lo deja escrito por su orden para que conozcamos la solidez de las enseñanzas recibidas.
Aparece una dedicatoria a Teófilo - que significa algo así como amigo de Dios -, personaje quizá importante en las primeras comunidades cristianas, pero que de alguna manera nos está personificando a todos - que nos podíamos llamar también los amigos de Dios - los que escuchamos y recibimos este evangelio, esta Buena Noticia de Jesús.
‘Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga el sábado como era su costumbre, y se puso en pie para hacer la lectura’. Cualquiera podía hacer la lectura y el comentario. El encargado de la sinagoga podía ofrecerlo a alguien que viniera de fuera o a quien se supiera que era maestro de la Ley. Quizá ya había llegado noticia de lo que Jesús hacía por otros lugares, porque ‘su fama se extendía por toda la comarca y enseñaba en las sinagogas y ya todos lo alababan’. Todo esto motivará el que se adelantara así para hacer la lectura en aquella ocasión.
El texto proclamado es del profeta Isaías. ‘El Espíritu del Señor está sobre mi porque El me ha ungido…’ Así comienza el texto. Allí está el ungido del Señor, efectivamente. Lo contemplamos hace dos domingo en el Bautismo del Jordán. ‘Mientras oraba se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre El en forma de paloma, y vino una voz del cielo; Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto’. Así lo escuchamos entonces. De ello dará testimonio el Bautista. Hoy Jesús con las palabras de Isaías lo proclama: ‘El Espíritu del Señor está sobre mi porque me ha ungido’.
Jesús es el que está lleno del Espíritu del Señor y nos viene a traer la Buena Nueva de la Salvación. ‘Creed en el evangelio, porque está cerca el Reino de Dios’, nos dirá por otra parte. ‘Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor’. Es la Buena Noticia de la misericordia del Señor; es la Buena Noticia del amor infinito de Dios; es la Buena Noticia que libera nuestras vidas, que nos llena de luz, que nos hace vivir una vida nueva, que nos inunda la gracia del Señor.
Es la Buena Noticia que ahora se proclama con palabras - allí la Palabra de Salvación que es Jesús -, pero que luego veremos actuando llevando esa vida y ese perdón, inundándonos de la misericordia del Señor y de un amor que no tiene fin, cuando pasa en medio de nosotros haciendo el bien. Es la Buena Noticia de que borrará para siempre nuestras culpas y ya nunca tenemos que vernos oprimidos por el mal y por el pecado porque ha proclamado una amnistía total, ‘el año de gracia del Señor’.
Jesús está proclamando el texto de Isaías que no son simplemente palabras pronunciadas en otro tiempo sino que es Palabra que se realiza, que se hace presente ahora en el hoy de la salvación. La gente está a la expectativa, ‘fijos los ojos en El’, esperando una explicación que les va a resultar sorprendente. No les va a decir que eso que ha proclamado es anuncio de futuro para el que hay que prepararse. Les va a decir que eso es algo que ahora y allí, como ahora y aquí, se está realizando. ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’, les dice.
Esa es la Buena Noticia: hoy, allí está la salvación; allí está el salvador. Es Jesús, el ungido por el Espíritu Santo. Todos tendrán que alegrarse. Los pobres reciben esa Buena Noticia; y veremos desfilar ante Jesús a los ciegos y a los cojos, a los sordos y a los paralíticos, a los leprosos y a todos los aquejados por algún mal, y los que se sienten atormentados en su espíritu y a los que les pesa el mal en el corazón, a los publicanos y a las prostitutas, a todos los que se sienten pecadores y quieren verse liberados del mal. compasión de mí’, le gritaran los ciegos y los enfermos; ‘si quieres puedes limpiarme’, le pedirán los leprosos; ‘ten compasión de este pecador’, confesará el publicano sin atreverse a levantar los ojos; ‘acuérdate de mi en tu reino’, le suplicará el ladrón a su lado desde su cruz; y la mujer pecadora llorará a sus pies y se los ungirá con caros perfumes y besos de amor; y Pedro llorará lágrimas amargas después de su negación tras la mirada de Jesús.
Será Jesús el que nos hablará de la misericordia del padre que acoge al hijo pródigo o del pastor que va a buscar la oveja perdida; será el que dirá a los pecadores ‘vete en paz y no peques más’, y al ladrón arrepentido ‘hoy estarás conmigo en el paraíso’; será Jesús el que levantará al paralítico de su camilla diciéndole ‘tus pecados quedan perdonados’ y a la mujer pecadora le dirá que ‘sus muchos pecados quedan perdonados porque ha amado mucho’; el que le dirá a Zaqueo ‘hoy ha entrado la salvación a esta casa’, porque El no ha venido a buscar a los justos sino a los pecadores.
‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’. Con toda razón fue la explicación que Jesús dio en aquel momento en la sinagoga de Nazaret. Pero es la misma palabra, hoy, que nosotros ahora escuchamos, porque también hoy llega la salvación de la misma manera a nuestra vida.
¿Lloramos nosotros de alegría por esta Palabra que estamos escuchando? ¿Sentimos la misma emoción en el corazón cuando escuchamos esta Palabra de salvación que también hoy se cumple en nosotros? Cuidado nos acostumbremos y ya no sea Buena Noticia que nos llena de alegría. Sería lo peor que nos podría pasar. Podría estar indicando la pobreza de nuestra fe. Despertemos nuestra fe en la Palabra del Señor; despertemos esa sensibilidad que hemos perdido en nuestra alma cuando nos acostumbramos a las cosas y ya no nos dicen nada. Sí, Despertemos la sensibilidad de nuestro espíritu para escuchar el hoy de la Palabra de Dios.

viernes, 18 de enero de 2013


Habrá un vino nuevo y mejor anticipo del banquete del Reino

Is. 62, 1-5; Sal. 95; 1Cor. 12, 4-11; Jn. 2, 1-11
‘Así en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en El’. Es el primer milagro que nos dice Juan que realizó Jesús. Lo llama signo. Efectivamente, un signo de la gloria de Dios que se manifestaba; un signo que despertó la fe de sus discípulos, aquel pequeño grupo que ya comenzaba a seguirle; un signo con el que nos habla, más allá del milagro de convertir el agua en vino en aquella boda de Caná de Galilea, de lo que realmente significaba la presencia de Jesús, la vida nueva que Jesús nos viene a ofrecer, y con la que nos quiere alimentar.
Este texto del evangelio nos sirve en muchas ocasiones, en las celebraciones del matrimonio, para reflexionar sobre el sentido del sacramento del matrimonio con la presencia de Jesús en aquella boda de Caná y en el signo nuevo de la gracia, del amor nuevo que Cristo construye en la vida de los esposos con el sacramento. Pero no podemos reducir el mensaje de este evangelio a solo ese aspecto, aunque ya es, por supuesto, de una riqueza inmensa.
Nos habla el evangelio, es cierto, de una fiesta de bodas en la que además están invitados María y Jesús con sus discípulos. Una fiesta en la que los ojos atentos de María - cómo saben las madres estar siempre atentas, siempre con los ojos abiertos para cualquier detalle - se dan cuenta de que no hay vino. Ya hemos escuchado la súplica, el diálogo con Jesús, pero también el consejo a los sirvientes: ‘haced lo que El os diga’.
Habrá un vino nuevo y mejor. En el relato del evangelio contemplamos cómo Jesús realiza el milagro de darnos ese vino nuevo convirtiendo el agua en vino. Una imagen y un signo de lo que Jesús realiza en nosotros con su salvación. Con Jesús todo será nuevo. Con Jesús podemos alcanzar la mayor plenitud. Este signo, aquí casi en el principio del evangelio, donde los otros evangelistas nos ponen la predicación de Jesús invitando a creer en el Evangelio y convertir el corazón a Dios porque llega, está cerca, el Reino de Dios, viene como a expresarnos ese paso del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, de la Antigua Alianza a la Nueva Alianza.
Ya en los sinópticos, en el sermón del monte de Mateo, nos dirá Jesús que no ha venido a abolir la ley y los profetas, sino a dar plenitud. Es lo que de alguna forma nos está indicando también este texto del evangelio con ese vino nuevo y mejor que ofrece Jesús en las bodas de Caná.
Si un buen vino en una boda facilita la alegría y la convivencia, el encuentro y la fiesta de lo que es una comida, ahora cuando en este signo se nos ofrece este vino mejor nos está diciendo el evangelio que con Jesús habremos de caminar por un sentido nuevo de la vida donde para siempre la construyamos en la armonía y desde el amor, donde siempre tiene que haber paz y una autentica fraternidad, donde todos nos vamos a querer de verdad para hacernos felices los unos a los otros y lograr una auténtica comunión. No olvidemos que el mandato, el único mandato que nos dejará Jesús será el del amor.
A lo largo del evangelio veremos repetidas veces que cuando Jesús nos habla del Reino de Dios nos dirá en las parábolas que es como un banquete de bodas al que todos estamos invitados. Hoy, aunque esto no sea una parábola, nos sentimos nosotros invitados a la plenitud de ese banquete de bodas que es el estilo con que Jesús quiere que vivamos nuestra vida. Un sentido de fiesta y de alegría como tiene siempre un banquete de bodas; un sentido de hermandad, de amistad, de cercanía, de compartir y convivir como se siente siempre entre todos los que participan en una misma comida. Es el estilo del Reino de Dios al que Jesús nos llama y que viene a instaurar.
Y es que estando Jesús con nosotros de ninguna manera nos sentiremos abandonados ni solos. En El encontramos nuestra alegría y nuestra fuerza. Son bellas las imágenes que nos ofrece el profeta Isaías en la primera lectura. Nos habla de ese amor de Dios que nunca nos falla, que siempre está con nosotros, es más, se goza con nosotros. Nos llama el Señor con un nombre nuevo y empleando las imágenes de lo que era habitual en las bodas en que la novia era engalanada con coronas y diademas, así nos dice como el Señor nos vestirá con un vestido nuevo y se alegra en nosotros porque nos prefiere y nos pone el ejemplo e imagen ‘como un joven se casa con su novia, la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo’.
Es la vestidura nueva de la gracia. Recordemos que en el Bautismo fuimos revestidos de una vestidura nueva para significarlo invitándonos a salir al encuentro del Señor con esas vestiduras blancas. Vestiduras blanqueadas y purificadas en la Sangre del Cordero como nos dice el libro del Apocalipsis con las que mereceremos entrar a cantar la gloria del Señor en cielo para siempre.
Como le escuchado decir a alguien ‘no nos ama el Señor porque seamos hermosos, sino que su amor nos colma de hermosura’. Y podemos recordar lo que nos dice el evangelio ‘tanto amó Dios al mundo…’ y nos ama aunque seamos pecadores; nos ama y su amor nos baña y purifica, nos embellece y nos recrea, nos hace hombres nuevos. Nos ama porque El es amor y, como diría alguien, no sabe hacer otra cosa. Y nos ama para curarnos, para elevarnos hasta El.
Este vino nuevo que se  nos ofrece en este banquete de bodas es también como tipo y signo del vino nuevo del Banquete del Reino de Dios que Cristo nos ofrece cuando en la Eucaristía nos invita a comer su Cuerpo y a beber su Sangre. ‘Tomad y comed, nos dice, tomad y bebed esta copa es la Sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados’.
En la Eucaristía la conversión, el milagro es más significativo y radical. En la Eucaristía el vino se convierte en la Sangre de Cristo. Sangre de la vida y del amor más grande; es el amor del que da su vida por aquellos a los que ama. Es un banquete al que Dios nos invita y en el que podemos llegar a comer y a beber a Dios. Un banquete que anuncia y anticipa el banquete misterioso del Reino. Por eso, Cristo quiere ser nuestro alimento y nuestra bebida, porque quiere ser nuestra vida, porque comiendo su Cuerpo y bebiendo su Sangre tendremos vida en nosotros, se nos da en prenda la vida futura, la vida que dura para siempre.
‘Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en El’. Es grande el signo que estamos contemplando. Es hermosa la vida nueva, la vida de plenitud a la que Cristo  nos llama y nos invita. Es maravilloso el sentido nuevo que en Cristo encontramos para todas las cosas. Grande es la gloria del Señor que se nos manifiesta. Intensa tiene que ser la fe que se despierte en nuestro corazón y con la que queremos responder a tan hermosa invitación de amor que nos hace.

sábado, 12 de enero de 2013


En el Bautismo de Cristo en el Jordán se reveló que era el Hijo amado del Padre

Is. 42, 1-4.6-7; Sal. 28; Hechos, 10, 34-38; Lc. 3, 15-16.21-22
‘Viene el que puede más que yo… El os bautizará con Espíritu Santo y fuego’. Juan estaba allá junto al Jordán. ‘El pueblo estaba en expectación y se preguntaban si no sería Juan el Mesías’. El bautizaba con agua. Pero allí está Jesús que también ha venido. ‘En un bautismo general, también Jesús se bautizó’.
Lo estamos celebrando hoy como culminación de todas las fiestas de la Navidad y la Epifanía. Jesús se ha ido manifestando. Es la fiesta del Bautismo del Señor. Los ángeles, los pastores; la estrella, los magos de Oriente son rayos de luz que nos han ido manifestando a Jesús. Durante esta semana de la Epifanía hemos ido escuchando las diferentes reacciones de aquellos que iban conociendo a Jesús que se nos ha ido manifestando como luz, como alimento, como presencia salvadora junto a nosotros, como el que nos libera y nos trae la gracia y el perdón. Hemos ido escuchando las confesiones de los primeros discípulos en ese camino de ir conociendo a Jesús. Hoy será la voz del cielo.
‘Mientras Jesús oraba después del bautismo, se abrió el cielo, nos dice el evangelista, y bajó el Espíritu Santo sobre El en forma de paloma y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto’. Quien estaba allí, Jesús que había venido de Nazaret, era quien estaba lleno del Espíritu de Dios; la voz del Padre desde el cielo nos lo está señalando; no son las voces humanas que puedan ir confesando lo que van descubriendo en Jesús.
Es la revelación de Dios, es la voz del cielo. Quien está allí es el Hijo amado de Dios que en tanto amor que Dios nos tiene nos lo ha enviado para ser Dios con nosotros, para ser Emmanuel. ‘En el Bautismo de Cristo en el Jordán quisiste revelar solemnemente que El era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo’, hemos confesado en la oración litúrgica.
Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como luego nos lo señalara el Bautista, que se había querido someter a aquel bautismo de Juan porque se había querido hacer en todo semejante a nosotros - era uno de tantos en medio de aquella fila de los que se sentían pecadores y querían bautizarse como una señal de su arrepentimiento y conversión - y, aunque en El no había pecado, había cargado con todos nuestros pecados, allí estaba siendo señalado desde el cielo como el Hijo amado de Dios y como  nuestro Mesías Salvador. Es el Ungido del Señor.
‘Hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba entre nosotros; y por medio de tu Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres reconociesen en El al Mesías, enviado para anunciar la salvación a los pobres’.
Como expresaremos también en el prefacio ‘en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo Bautismo’. A partir de entonces ya no sería simplemente un bautismo de agua como el que Juan realizaba allí con los pecadores, sino que sería ya para siempre el Bautismo en el Espíritu Santo y fuego. ‘El os bautizará con Espíritu Santo y fuego’ había dicho el Bautista. Allí ya se había manifestado el Espíritu Santo sobre Jesús.
Desde entonces cuando nos bautizamos en el nombre de Jesús, porque de verdad nos convirtamos a El, porque confesemos con toda nuestra vida nuestra fe en El, vamos a recibir el Espíritu Santo que nos trasforma y nos renueva y nos llena de nueva vida. Es el fuego renovador que todo lo purifica y nos limpia y arranca de nuestro pecado para entrar en los caminos de la gracia y de la salvación. Es el agua salvadora que nos purifica y nos llena de vida haciendo surgir en nuestro corazón esa agua viva, esa vida nueva que nos hace participes de la vida de Dios haciéndonos a nosotros también hijos de Dios.
También baja sobre nosotros el Espíritu del Señor en el bautismo que en el nombre de Jesús recibamos y ya escucharemos para siempre la voz del Padre que nos llama hijos; también nosotros somos los hijos amados de Dios. Es la dicha y el gozo que podemos sentir en nuestro corazón; es la dicha que nace en nosotros por la fe que vivimos, por la fe que profesamos, por la fe que compartimos y trasmitimos también a los demás.
Hoy es un día para dar gracias a Dios. Maravilla de revelación que nos da a conocer a su Hijo, lleno del Espíritu Santo. Hoy hemos de dar gracias a Dios por el nuevo Bautismo que nos ha dado que nos hace partícipes de su vida divina. Gracias porque nos llama a nosotros hijos también y lo somos, como diría san Juan en sus cartas. Gracias porque sobre nosotros también en nuestro Bautismo se derrama el Espíritu en nuestra vida para purificarnos y para vivificarnos, para llenarnos de nueva vida y para hacernos caminar por caminos de gracia y de santidad.
Es un momento propicio para considerar la grandeza y maravilla del Bautismo que hemos recibido. Recordarlo y renovarlo. El sacramento que hemos recibido no se puede quedar como un rito que recibimos en nuestra niñez y como si fuera algo que se quedó atrás en el tiempo. Hemos de vivir nuestra condición de bautizados lo que entraña esa santidad que ha de brillar en nuestra vida.
Fuimos ungidos también con el Espíritu, con el crisma santo, y ahora hemos de vivir como unos consagrados, hemos de vivir una vida santa. Y eso tenemos que irlo realizando en el día a día. Como ungidos somos otros ‘cristos’; así hemos de imitar a Cristo en nuestra vida, dejarnos transformar por El. ‘Concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en humanidad’, pedíamos en la oración. El Espíritu del Señor está en nosotros y hará posible esa transformación. Por eso es necesario dejarse conducir por el Espíritu, sentirse lleno del Espíritu divino que nos santifica y que nos hace vivir como hijos de Dios.

sábado, 5 de enero de 2013


Una luz nueva de fe y amor amanece para nosotros con la Epifanía de Jesús

Is. 60, 1-6; Sal. 71; Ef. 3, 2-3.5-6; Mt. 2, 1-12
En todo el tiempo de Navidad, y ahora también en Epifanía, se resalta de manera especial el signo de la luz. Entre resplandores de cielo los ángeles cantan la gloria de Dios y anuncian a los pastores el nacimiento de Jesús. De una forma o de otra ha estado muy presente en toda la simbología de la navidad la imagen de la luz, de manera que se traduce en nuestras costumbres populares y en toda la ornamentación que utilizamos en la celebración de la navidad.
Hoy de nuevo, en el día de la Epifanía en la lectura del profeta aparece la luz como un bello amanecer para toda la humanidad. ‘Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece para ti’. No es sólo a Jerusalén a la que llega la luz de Dios sino que la estrella que aparece en lo alto está señalándonos que esa luz que es Jesús, que esa salvación que viene a traernos es para toda la humanidad.
‘Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo’, anuncian los Magos de Oriente cuando preguntan en Jerusalén por el recién nacido rey de los judíos. Más tarde cuando vean de nuevo aparecer la estrella que les conduzca hasta Belén ‘se llenaron de inmensa alegría’, nos comentará el evangelista.
Podíamos decir también que el camino de los Magos fue todo un proceso de búsqueda de la luz y se convierte en imagen de lo que es nuestro camino; una imagen de lo que es el camino de tantos que buscan una luz y un sentido para sus vidas. Guiados por la estrella los Magos seguían un rumbo por los caminos de la vida en búsqueda del recién nacido rey de los judíos. Aunque nos creemos que nos las sabemos todas sin embargo hemos de reconocer que necesitamos una estrella que nos guíe, una luz que oriente nuestro camino para saber no solo donde estamos y por donde vamos sino también a dónde queremos llegar. No hay cosa peor en la vida que andar sin rumbo, sin sentido, sin tener un por qué o un para qué en lo que hacemos o en lo que vivimos.
Los Magos nos enseñan, nos dan una gran lección. Ya entendemos que la palabra Magos se refiere a unos hombres que estudiaban las estrellas lo que implica unos conocimientos y una sabiduría en esos temas muy importantes. En ese estudio y conocimiento es cómo descubren esa nueva estrella que ellos tratan de indagar que significado puede tener.
Y para eso se ponen en camino, en camino de búsqueda atravesando países y desiertos, que bien puede significar ir atravesando culturas y atravesando también con toda probabilidad una vida dura para saber discernir, para saber descubrir. Aunque sean sabios saben ser humildes para buscar, para preguntar, para dejarse guiar. Es lo que les hace llegar hasta Jerusalén y allí preguntar y dejarse enseñar. Cómo tendríamos que aprender la lección nosotros que nos creemos que sabemos tanto y que quizá pensamos que nada nos pueden enseñar los demás.
Queremos  nosotros hacer el camino de la fe. Es la luz que ilumina nuestra vida, que nos da un sentido y una razón profunda para vivir y poder alcanzar la vida en plenitud. Muchas veces en ese camino de búsqueda de la fe tenemos que atravesar por momentos difíciles, momentos que se pueden volver para nosotros en ocasiones incluso de oscuridad porque la estrella parece ocultarse.
Es cuando surgen los problemas que nos abruman, cuando nos aparece la enfermedad y el sufrimiento o la muerte nos puede parecer cercana, cuando nos parece encontrarnos solos y que nadie nos tiene en cuenta… pero si permanecemos en el camino, si perseveramos sabiendo preguntar, sabiendo contar con quien pueda tendernos una mano, sabiendo buscar la luz, la que es la verdadera, allí donde la podemos encontrar, aparecerá la estrella que nos lleve hasta Belén, que nos lleve hasta Jesús que es la luz verdadera y que es la alegría de verdad de nuestra vida, encontraremos la fe que nos conducirá por caminos de plenitud.
Los Magos cuando les parecía que andaban perdidos y desorientados buscaron en Jerusalén quienes les leyeran e interpretaran las Escrituras para encontrar el camino recto que les llevara hasta Jesús. También tenemos nosotros las Escrituras, tenemos la Palabra de Dios a nuestra mano que cada día podemos leer o escuchar, meditar y orar en nuestro corazón que nos llevará a encontrar y profundizar en esa luz de la fe que va a ser la verdadera guía de nuestra vida. Ojalá los cristianos tuviéramos más en nuestras manos, delante de nuestros ojos y con los oídos del corazón bien abiertos el libro sagrado de la Palabra de Dios que nos ayude a crecer en nuestra fe, que nos ayude a encontrar esa luz que de profundidad y verdadera alegría a nuestra vida.
Los Magos de Oriente llegaron a Belén y ‘se encontraron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra’. Qué final de camino más hermoso. Encontrarse con Jesús. Ha de ser también nuestro camino y nuestra meta. Será lo que se nos hará ver con claridad desde los ojos de la fe.
Que se nos caigan tantas escamas que nos ciegan y nos obnubilan; esas escamas de la duda, de la desconfianza, del error; esas escamas terribles de nuestros orgullos que nos impiden agacharnos y postrarnos para reconocer al Señor, al Dios único de nuestra vida; esas escamas terribles del pecado, del desamor, el egoísmo y la insolidaridad que cierran nuestra corazón a la luz del amor que sería que el que daría auténtico brillo a nuestros ojos para tener una mirada nueva y distinta y saber descubrir a Jesús que llega a nosotros también en los pequeños o en los que nos pueda parecer que nada valen.
El ofrecer regalos de los Magos al Niño recién nacido era una señal de reconocimiento de quien es en verdad aquel Niño, lo que comportaba un grado grande de humildad en el corazón por parte de aquellos hombres, pero también es la señal del amor y del compartir; regalamos a quien amamos o con quien queremos compartir porque sabemos que con ellos también hemos de expresar lo que es nuestro amor.
Nosotros hoy, en este día que se ha convertido tan fuertemente en nuestra cultura en día de regalos, pensemos primero que nada en el regalo grande que nosotros hemos recibido cuando tenemos el don de la fe en nuestra alma; es una dicha el creer y tener fe, es un regalo que recibidos de Dios porque es una gracia que hemos de reconocer y agradecer. Pero pensemos que en ese sentido el regalo grande que nosotros recibimos es Jesús. Cuánto nos viene con El, porque con El nos llega la vida, la gracia, el perdón, la salvación.
Pero cuando recibimos ese regalo de Dios que es Jesús y que es nuestra fe, hemos de estar dispuestos nosotros también a compartir, porque solo llenando de amor nuestra vida podemos encontrar con mayor intensidad a Jesús y desde Jesús podremos hacer también un mundo mejor. Pensemos en lo que podemos compartir con los que están a nuestro lado, con los que pasan necesidad o tienen también carencias aunque sea desde nuestra pobreza.
Es que cuando nos encontramos de verdad con Jesús nuestra vida tiene ya que tomar otro rumbo. El evangelio nos dice que los Magos se marcharon a su tierra por otro camino. Es que al encontrarse con Jesús los caminos de su vida ya eran otros, había otra luz y otro sentido para sus vidas. Encontrarnos con Jesús nos pone siempre en camino de vida nueva, hay otra luz en nuestro corazón, tenemos otras razones más profundas para nuestro vivir. Y en ese nuevo camino no nos puede faltar el amor, ese regalo que hemos de compartir con los demás.
Hagamos el camino que nos lleva hasta Jesús. Dejémonos conducir por la estrella de la fe; que nunca se nos apague. Que sea de un brillo grande en nuestra vida por el amor con que vivamos para que también podamos iluminar a los demás.

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Administracion general y adjuntos

Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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