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Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
Determinemonos en el deseo de llegar a ser santos.

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martes, 31 de diciembre de 2013

El servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz

Num. 6, 22-27; Sal. 66; Gál. 4, 4-7; Lc. 2, 16-21
Vamos  a decirlo así, se agolpan muchas cosas y muchos temas en este día primero del año y casi  no sabe uno por donde comenzar. Hoy todo el mundo se felicita y se desea buenas cosas para el año nuevo que comienza, siempre con los deseos y esperanzas de que el año que comienza sea mejor que el que nos acaba de dejar. Buenos deseos, no está mal, aunque pensándolo bien creo que tendría que ser otra cosa, algo mucho más hondo.
Pero seguimos celebrando la Navidad y aunque nos parezca ya en cierto modo lejana, a ocho días vista, la fecha del nacimiento del Señor, nosotros decimos que tenemos que estar como en el primer día porque la Navidad en su solemnidad y en su vivencia se prolonga en su octava que es como seguir celebrando con la misma intensidad lo que vivíamos en el primer día. Así tan importante considerábamos aquel primer día que no querríamos que se acabase.
Pero hay algo más, pues, hoy se nos invita a celebrar una Jornada de oración por la paz del mundo. ¡Qué mejor deseo para ese primer día del año!, pero quizá se queda ahogada esta jornada en medio de las fiestas y celebraciones de fin y principio de año y serán quizá otras cosas a las que les prestemos más atención.
Y sin poderla arrancar del marco de la Navidad nos aparece la figura de María. Bueno,  ha estado presente desde el primer momento, ya incluso en la preparación de la Navidad, pero hoy la liturgia nos la quiere resaltar de una manera especial cuando queremos proclamar en este día su maternidad divina. María, la madre de Jesús, es la Madre de Dios, que también se convierte en Madre de la Iglesia y nuestra madre. Siempre va a aparecer junto al Niño la presencia de María. Nos dice el evangelio que cuando ‘los pastores fueron corriendo a Belén encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre’.
Maria a quien contemplamos en silencio, observándolo todo, guardándolo en su corazón, como nos dice el evangelista, como hacen siempre las madres nos ayudará a que nos centremos bien en lo que hoy hemos de celebrar y en lo que hemos de seguir viviendo con toda intensidad.
No es un revoltijo de cosas o temas lo que hoy queremos celebrar. Todo es importante  y tiene su lugar y todo lo podemos centrar, lo tenemos que centrar en el mensaje de Jesús; y es que, si estamos celebrando el misterio de la Encarnación de Dios que se hace hombre para ser Emmanuel, para ser Dios con nosotros y estar con nosotros para  ser nuestra salvación, ninguno de esos aspectos humanos que entran dentro de nuestras aspiraciones o nuestros sueños o inquietudes en la vida de cada día, son ajenas a esa salvación que Jesús viene a ofrecernos.
Esos buenos deseos que nos tenemos los unos a los otros en días como estos en que todo el mundo se felicitaba y se desea los mejores parabienes, muchas veces pueden tener detrás  un pozo de desesperanza y hasta de amargura porque sentimos que las cosas en la vida no nos marchan bien, porque los problemas que vive nuestra sociedad son muy graves y producen muchos sufrimientos en el corazón de los hombres.
Es ahí donde tenemos que hacer brillar fuerte la luz de la Navidad, donde tenemos que dejarnos iluminar por esa luz que nos trae Jesús cuando viene con su salvación para transformar el corazón del hombre y hacer que todos nos sintamos comprometidos a hacer un mundo mejor. No es una luz fría o vacía y superficial la que nos trae Jesús y con la que quiere iluminarnos. Es una luz que nos llena de vida y da sentido profundo a la vida del hombre.
Porque Jesús con su luz y con su presencia viene a sanar el corazón del hombre, herido por tantas cosas cuando dejamos meter en él nuestros egoísmos y ambiciones, nuestros orgullos o todo aquello que por su maldad nos destruye mutuamente. No quiere el Señor que vivamos así, no quiere que perdamos la paz o se la hagamos perder a los demás, no quiere que vivamos en esos aislamientos y divisiones que nos hemos creado en nuestras relaciones que terminan haciéndonos insolidarios y egoístas.
Cuando nosotros ahora en la Navidad decimos que nos estamos dejando iluminar por esa luz de Jesús - cuánto hemos hablado de luz en estos días y cuantas luces hemos querido ir  encendiendo - es porque queremos que iluminados por Jesús nos sintamos curados y sanados de todo ese mal, queremos sentir en verdad esa salvación en nuestra vida que nos va a transformar totalmente en hombres nuevos que hagamos de verdad un mundo nuevo. Entonces hay una nueva esperanza en nuestro corazón.
Entonces nuestros buenos deseos y felicitaciones son algo más que palabras porque van a ser un compromiso serio por nuestra parte de querer hacer felices a los demás; entonces arrancaremos de nosotros ese pozo de desilusión y amargura porque tenemos la esperanza cierta de que podemos hacer un mundo mejor y en ellos nos vamos a sentir seriamente comprometidos. No es algo para vivir de una forma superficial. Surge, entonces, esa oración por la paz que en nosotros se convierte además en compromiso.
‘En este mi primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, nos dice el Papa Francisco, quisiera desear a todos, a las personas y a los pueblos, una vida llena de alegría y de esperanza. El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer’.
Así comienza el mensaje que el Papa Francisco nos ha dirigido con motivo de esta Jornada insistiendo a lo largo del mensaje en cómo hemos de saber crear una auténtica fraternidad entre todos los hombres con fundamento importante para lograr esa paz. ‘Anhelo indeleble de fraternidad… hermanos a los que acoger y querer’, nos dice. ‘Es fácil comprender que la fraternidad es fundamento y camino para la paz’ nos sintetiza en otro momento.
‘Los cristianos creemos que en la Iglesia somos miembros los unos de los otros, que todos nos necesitamos unos a otros, porque a cada uno de nosotros se nos ha dado una gracia según la medida del don de Cristo, para la utilidad común (cf. Ef 4,7.25; 1 Co 12,7). Cristo ha venido al mundo para traernos la gracia divina, es decir, la posibilidad de participar en su vida. Esto lleva consigo tejer un entramado de relaciones fraternas, basadas en la reciprocidad, en el perdón, en el don total de sí, según la amplitud y la profundidad del amor de Dios, ofrecido a la humanidad por Aquel que, crucificado y resucitado, atrae a todos a sí…’
‘Ésta es la buena noticia que reclama de cada uno de nosotros un paso adelante, un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro, también del más alejado de mí, poniéndonos en marcha por el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta gratuitamente por el bien de cada hermano y hermana… El servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz’.
No podemos extendernos en estos momentos a comentar más ampliamente el mensaje del Papa para esta Jornada, pero sí que se despierte en nosotros esa inquietud por la paz. Recordemos la Bienaventuranza de Jesús ‘dichosos los que trabajan por la paz porque ellos se llamarán hijos de Dios’. Trabajamos por la paz sintiendo la inquietud y el dolor en el alma por la heridas de la paz, por tantos sufrimientos que se engendran en el corazón de los hombres cuando falta la paz, cuando se impone la guerra y la violencia, cuando perdemos la paz del corazón, cuando no vivimos aquella fraternidad de la que nos habla el Papa en su mensaje.
El nacimiento de Jesús ha sido un anuncio de paz para los hombres, porque Dios nos ama. Quienes creemos en Jesús y ahora hemos celebrado su nacimiento tenemos que seguir haciendo ese anuncio de paz, tenemos que ir llevando esa paz a cuantos están a nuestro lado para poner nuestro granito de arena para hacer que nuestro mundo viva en paz, porque en verdad vivamos, como nos decía el Papa, ese espíritu de la fraternidad.
Que María, la Madre del Señor, la Madre de Dios como hoy la invocamos en la mayor de sus prerrogativas y la Reina de la paz nos alcance ese don de parte del Señor.

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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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