Pidamos la humildad
Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:
del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,
del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,
Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.
McNulty, Obispo de Paterson, N.J.
7 comentarios:
Para meditar:
Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios. (Mt 12, 28).
Los monjes cartujos
El film descubre la vida monacal, en el silencio adoratriz y en la pureza absoluta de una familia de almas, que viven en PRESENCIA DE DIOS día y noche, buscando la contemplación en la unión con el Altísimo en su forma más pura.
Una familia en intimidad con Cristo vivificada por el Espíritu Santo.
A través de las distintas escenas, el silencio nos va adentrando en la intensidad de su vida orante
Su proximidad con Dios, se distingue en sus semblantes.
El silencio es Palabra de Dios.
En los gestos hay gentileza y distinción del Espíritu.
La vigilancia inmutable es al Verbo, a la Palabra."
En la soledad de la celda, se comprende el misterio trinitario.
El Amado se reúne con su amante y lo comulga. Lo Divino se junta a lo humano en un intimidad de amor en común alianza.
El don del cartujo, es vida exigente.
Viven recogidos para Dios.
Solo Dios.
Su entrega deja relucir su búsqueda. Ser de Dios más allá de ser santos.
Los monjes cartujos son usinas de luz y de Amor universal. Se inmolan unidos al Sacerdocio de Cristo por todos.
ALMAS CRISTO.
Estas almas santas ordinariamente traen en si un no se que de grandeza y dignidad que causa detenimiento y respeto a los demás por el efecto sobrenatural de su trato cara a cara con Dios
San Juan de la cruz
Dios los separo del mundo como casta santa y bendita entre los hombres.
Dios se ve en sus celdas, se advierte en sus trabajos cotidianos, se percibe en sus gestos y posturas, se ve en su oración,
La consagración de sus vidas es total a DIOS.
Viven en plegaria perfecta. Sus oraciones personales en la celda, se intensifican junto a las oraciones comunitarias.
Ver la vida consagrada cartuja me anima a tener esperanza y creer en la comunión de los santos.
En mi corazón los siento cercanos y cuando estoy en oración me siento unida a ellos.
Y agradezco a Dios por sus almas que me hacen saborear la perfecta piedad al verlos
Me dona suavidad y dulcificación. Un concebirme familia Es la impasibilidad del Espíritu Santo a través de sus criaturas y de todo lo creado.
De Adriana
REGLA PARA EREMITAS
Padre Fray Alberto E. Justo, O.P.
Para los que vivimos en cualquier parte.
En el mundo o fuera de él
más allá de todo mundo
y en cualquier tiempo
HERMANO :
Tienes la oportunidad de dejar este mundo y de seguir al Señor. No dudes un instante.
No permanezcas observando lo que queda atrás, en el camino, ni sueñes con tu fantasía, gestando fantasmas en un futuro que no es y que, seguramente, nunca será.
Deja.
Aventúrate, en cambio, por las sendas de la Eternidad, que ya están a tu disposición. No sólo no están lejos sino que en este mismo instante se abren para ti.
Tal vez pensabas que alcanzarías una vida mejor mudando de lugar o escapándote del tiempo. Nada de eso. Aquí hallarás una pequeña senda para horadar el instante y el lugar en que te encuentras y pasar del otro lado. Más allá.
No te turbe tu pasado. No te angustie el mañana. Simplemente estás aquí y ahora con el Señor. Es Él quien te llama.
Y no quieras saber otra cosa. No te pierdas en vericuetos ni te distraigas en tu propio laberinto. No te justifiques buscando razones para escapar de la senda del Señor. Que no te deslumbren los espejismos de un mundo que perece.
Aquí intentamos no caer en el precipicio de la muerte.
Aquí pedimos al Señor la Salvación...
No pretendemos dar lecciones sino aprender a abrir las puertas de par en par al Salvador.
Abre estas páginas y reconoce, en ellas, una insinuación. Una suerte de invitación a subir mucho más alto.
Solo son un punto de partida
Conducta y actitudes en la jornada
1. Al comenzar el día, ármese, con la señal de la Cruz y conságrelo, todo entero, en un breve acto al Señor.
2. Renuncie explícitamente, con una cortísima invocación, a cualquier vanidad o distracción durante la jornada. Haga el propósito, sinceramente, de no apartarse del Señor. Recuerde el aforismo de San Juan de la Cruz que nos enseña que sólo Dios es digno del pensamiento del hombre.
3. Pida, en fin, con plegarias e invocaciones, la gracia de la contemplación y de su perseverancia.
4. Sepa que el diablo lo tentará con muchisimas distracciones u ocupaciones disfrazadas de la razón de bien. Rechace, con vigor, estos engaños y no viva volcado hacia afuera sino recogido y advertido. Pida al Señor el don del discernimiento y busque la paz. Su principal ascesis sea el silencio.
5. No por mucho empeñarse logrará mejores resultados. Combata la ansiedad que lo oprime y permanezca quieto, atento al silencio interior. El Señor no quiere esos sus trabajos y sus cosas sino a toda su persona. No pierda el tiempo.
6. El mundo, en el que le toca peregrinar, se asemeja al caos. La mayoría de los hombres, en los centros urbanos, vive en desorden y desarmonía. No tema, ni se deje atrapar por ningún lazo. Sobre todo, no preste atención a lo efímero.
7. La mano izquierda no ha de saber lo que hace la derecha. Transcurra la jornada en olvido de sí.
8. Recuerde que lo más grande siempre resulta incómodo. Con la ayuda de Dios vencerá cualquier asedio. El Verbo de Dios, en la estrechez e incomprensión de este mundo, en su humillación y obediencia, no pierde grandeza sino que es exaltado.
9. No se apresure. Deténgase y sosiéguese. No haga una cosa después de otra con precipitación. Anímese a dejar que se vaya su medio de locomoción. No corra detrás de nada. Vuélvase a cerrar delicadamente las puertas cuando pasa a través de ellas y, como aprenden los Cartujos en su Noviciado, no las cierre de un golpe sino articulando su mecanismo. Entre paso y paso descubrirá el silencio.
10. Interrumpa, con frecuencia, sus movimientos. Respire hondo e invoque al Señor antes y después de cada paso. Sosiéguese. No se apresure ni en hablar ni en responder.
11. No se apresure por hacer esto o aquello. Con antelación a cualquier trabajo o empeño diga una jaculatoria. Desconfíe de sus propias urgencias.
12. Sea firme en sus convicciones, pero siempre dispuesto y pronto para abrazar la verdad.
13. Trabaje en silencio, sin decir lo que hace. No busque reconocimiento ni aplauso. Acepte lo que la misma Providencia le depara en todo lo que se refiere a sus acciones.
14. Sepa, en todo lo que emprende, que su Patria verdadera es el Cielo y que ahora se halla en el misterio del exilio. Pero no olvide que encontrará ya el cielo en su alma. Su mismo espíritu le anticipa la eternidad.
15. No establezca ni se ate con un horario rígido. Adhiera a un orden armónico que pueda, fácilmente, adaptar. Busque también la belleza en la sucesión de las horas.
16. Intente integrar las sorpresas, esto es: lo imprevisto. No desvanezca ante ello. La vida contemporánea abunda en lo que no se aguarda. En ocasiones se trata de las trampas del diablo para que pierda el equilibrio en su camino. No preste atención ni se angustie, que todo pasa. Continúe como si nada ocurriera, morando en el silencio de su propio interior. Cultive la paz.
17. Aprenda a vivir en algunos minutos o, quizá, en algunas horas, lo que otros viven a lo largo de todo su tiempo. Así la soledad, el retiro, el recogimiento... Sea monje de un sólo día. Aproveche los momentos y las auroras. Descubra en las horas y en los paisajes, en la música y en toda manifestación de la belleza, la hondura de su verdadera soledad interior.
18. Se ha dicho que el verdadero hombre es el del verdadero día, del eterno día. Es capaz de vivir toda la vida en un solo día. Quizá porque todas sus jornadas son las de siempre. Oriéntese, pues el lector y peregrino, hacia el último día. Cada instante le entregará la Eternidad.
19. Aprenderá a prolongar los instantes privilegiados, cuando el tiempo es atravesado verticalmente. Así la Santa Misa, como toda celebración de la Liturgia en la que haya participado. Y aún aquéllas que le son lejanas, en el tiempo y en el espacio. Únase, por dentro, a la vida que no ve y que, sin embargo, requiere de su plegaria y de su vigilia.
20. Lo mismo en los instantes de silencio y de recogimiento. Especialmente descubra el misterio religioso de la noche y haga de esas horas su propio desierto.
21. Tenga en cuenta que velar en la noche puede ser mayor que esconderse en el fondo del desierto. La soledad –decía André Louf– era un porción del mundo que servia al ermitaño para situarse en el universo. La porción que ahora le pertenece es: tiempo. Vigile y vele, según sus posibilidades, y proyecte su vigilia en todas las horas.
22. Tenga presente lo que enseñaba San Isaac el Sirio: si un monje, por razones de salud, no pudiese ayunar, su espíritu podría, por las solas vigilias, obtener la pureza de corazón y aprender a conocer en plenitud la fuerza del Espíritu Santo. Pues sólo quien persevera en las vigilias puede comprender la gloria y la fuerza que se esconden en la vida monástica.
23. Permanezca en vigilia por medio de la oraciones breves. Practique la Lectura espiritual y, a ser posible, rece, diariamente, todas las horas del Oficio Divino.
De Adri
Elementos generales
Ha de tener en cuenta su posición con respecto al mundo, una vez que lo ha dejado todo por Dios.
La formulación exacta es la siguiente: se ha dejado a sí mismo y ha acudido al llamado del Señor que es su vida. Antes que cualquier decisión posterior se ha postrado para adorar. Con ello reconoce el primado de la contemplación.
Ahora, con abandono, siga su camino y observe:
24. No afincarse en época ni en lugar alguno. Renunciar decididamente a cualquier forma de poder aún cuando aparezca conveniente o con el pretexto de contribuir a formas apostólicas. Despojarse de cualquier medio y presentarse en el Nombre y la Palabra de Dios. No apelar a ninguna alianza ni servirse de ella.
25. No habitar espiritualmente ningún lugar transitorio. Los cristianos habitan el mundo pero no son del mundo... los cristianos viven de paso en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción en los cielos (Ep Diogn. VI.3 y 8), Habitan sus propias patrias como forasteros... Toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña (Ibid. V.5). Ser, por tanto, peregrino en el desierto de este mundo.
26. Abandonarlo todo en el Señor. Abandonar todo es consecuencia de la metanoia. Lo que caracteriza el desierto interior es el total abandono en el Señor. La apatheia cristiana - ha dicho Hans Urs von Balthasar - es lo contrario de una técnica hecha para protegerse del sufrimiento, es el puro abandono al amor eterno, más allá del placer y del dolor. Dejar de lado previsiones e inquietudes. Péguy decía que no es mayor pecado la inquietud que la pereza.
27. La renuncia a cualquier poder de este mundo, comporta armarse de las propias fatigas. La misma palabra kopos utilizada por San Juan (Jn. 4,38) y por San Pablo (I Cor. 3,8) para designar las fatigas del apostolado es empleada en los Apotegmas de los Padres para expresar los trabajos del monje.
28. Dejar cualquier compromiso con el poder de este mundo implica, desde luego, disponerse a la contemplación y a la única obra de Dios.
29. El peregrino no ha de temer la lucha sino confiar en la Gracia del Señor con humildad y con paciencia. Tenga presente el siguiente texto de Diadoco: La impasibilidad no consiste en no ser atacado por los demonios, pues entonces deberíamos, como lo dice el Apóstol, irnos de este mundo (I Cor. 5,10), sino en permanecer inexpugnables cuando nos atacan (XCVIII-160).
30. Practique el silencio interior según el siguiente Apotegma: El Abad Isaac estaba sentado un día junto al Abad Poimén; se oyó, entonces, el canto de un gallo. Aquél dijo: ¿es posible oír esto aquí, Abad? El otro respondí: ¿Isaac, por qué me fuerzas a hablar? Tú y los que se te asemejan escucháis esos sonidos, pero el hombre vigilante no se preocupa por ello (Poimén 107 - Sentencias 245).
31. Convertirse en discípulo que sabe escuchar y discernir. En muchas ocasiones los sonidos manifiestan el silencio. En efecto, lo importante no es lo que llega sino cómo lo recibimos.
32. Permanecer débil y vulnerable, sin fuerzas, sin alianzas comprometedoras, sin tratados ni defensas. En lugar de espiritualidades, dar lugar al Espíritu.
33. Tenga el corazón fijo en Dios y cuando padezca la adversidad o sufra algún despojo, o lo que sea, no se compadezca a sí mismo ni se observe, no guarde en la memoria ni recuerde. Pase por encima de las miserias de este mundo, respetando y aceptando el nivel de cada cosa.
El Recogimiento
34. El recogimiento es lo esencial de esta Regla. Se entiende por recogimiento la unificación interior de la persona en la Presencia de Dios.
35. Aún cuando no pudiera, por motivo válido, ser observado uno u otro de los artículos de esta Regla, bastará esta tercera parte para cumplir con ella.
36. Vivir de la Presencia de Dios en todo tiempo y lugar y someterle todo.
37. Estos artículos no se refieren, desde luego, a cuanto compete al cristiano en su condición de tal. Presuponen el llamado a la santidad y a la unión con Dios. En cambio apuntan al recogimiento habitual de los que perciben una especial vocación a la contemplación y a la intimidad con el Señor.
38. La Contemplación consiste en atender y adherir a la Presencia de Dios en el fondo, raíz y centro de nuestro ser. Teniendo en cuenta que ésta es una gracia, viva de ella y pídala constantemente. Recuerde que el contemplativo no conoce más o menos que otros, sino que –como decía un cartujo– es capaz de extasiarse donde los demás pasan con indiferencia.
39. La Contemplación no es un camino de conocimiento sino un llamado a una experiencia que trasciende todo camino o proyecto.
40. Disponga de un tiempo infinito para Dios. Practique, asiduamente, la Lectura espiritual.
41. Si, alguna vez, se hallara en un ambiente adverso y descubriera que los más cercanos son los más distantes, convierta todo ello en escuela de Caridad y aprenda a trascender, por lo alto o por lo bajo, las imposiciones de cualquier lugar.
42. No deje de combatir. Sea fiel y constante. Huya de los laberintos. La lucha es siempre saludable. Sea perseverante en las pruebas.
43. Silencio y recogimiento. Solo Dios basta. En un corazón puro no existen más disonancias ni distancias con Dios. Está abierto al Misterio y se halla en conformidad con la Voluntad del Padre. El auténtico silencio es propio de un corazón puro, semejante y unido al Corazón de Dios. Podrá, pues, vivir en un silencio completo cuando descanse sin reparos, como un niño, en el mismo Señor.
44. El silencio consiste, sobre todo, en callar para oír algo siempre más grande. Deje sus análisis y el alud de sus deducciones. Permita que el silencio se manifieste en su interior. Puede estar muy empeñado en todo tipo de actividades y, al mismo tiempo, gozar del silencio, que es patrimonio del alma y expresión de Dios.
45. No cometa agresiones ni abuse de cuanto pasa. Respete y no se apresure a responder o a intervenir en lo que sea. Mira con benevolencia. Todo está a su favor.
46. Libérese de todo lo que no lo atañe. No dependa de personas o de situaciones. Calle las voces que lo lleven a analizar en exceso. Busque su refugio y su auxilio en sólo Dios. Nunca será defraudado.
47. Corazón puro. Unificado en el Señor. Va a Dios por Dios. Dios mismo es su vida. Que la invocación del Nombre de Jesús le recuerde, constantemente, la Presencia del mismo Señor y su unidad interior e intima en Él.
48. Encuentre el misterio del desierto en su proprio interior y en cuanto eventualmente lo circunda.
49. Toda desolación o prueba podrá conducirlo, si así lo quiere, al Misterio de Cristo.
50. Es propio del solitario estar con el Señor en su Agonía. Ofrezca y consagre las horas y el sufrimiento consciente de su fecundidad.
De Adri
LOS DOCE, GRADOS DEL SILENCIO
Sor Amada de Jesús
La vida interior podría consistir en esta sola palabra
¡Silencio! El silencio prepara los santos; él los comienza, los continúa y, los acaba. Dios, que es eterno, no dice más que una sola palabra, que es el Verbo. Del mismo modo, sería deseable que todas nuestras palabras digan Jesús directa o indirectamente. Esta palabra: silencio ¡cuán hermosa es!
1° Hablar poco a las creaturas y mucho a Dios
Este es el primer paso, pero indispensable, en las vías solitarias del silencio. En esta escuela es donde se enseñan los elementos que disponen a la unión divina. Aquí el alma estudia v profundiza esta vírtud, en el espíritu del Evangelio, en el espíritu de la Regla que abrazó, respetando los lugares consagrados las personas, y sobre todo esta lengua en que tan a menudo descansa el Verbo o la Palabra del Padre, el Verbo hecho carne. Silencio al mundo, silencio a las noticias, silencio con las almas más justas: la voz de un Angel turbó a María...
2° Silencio en el trabajo, en los movimientos
Silencio en el porte, silencio de los ojos, de tos oídos, de la voz; silencio de todo el ser exterior, que prepara al alma a pasar a Dios. El alma merece tanto como puede, por estos primeros esfuerzos en escuchar la voz del Señor. ¡Qué bien recompensado es este primer paso!
Dios la llama al desierto, y por eso.; en este segundo estado, el alma aparta todo lo que podría distraerla; se aleja del ruido, y huye sola hacia Aquél que solo es. Allí ella saboreará las primicias de la unión divina y el celo de su Dios. Es el silencio del recogimiento, o el recogimiento en el silencio.
3° Silencio de la imaginación
Esta facultad es la primera en llamar a la puerta cerrada, del jardín del Esposo; con ella vienen las emociones ajenas, las vagas impresiones, las tristezas. Pero en este lugar retirado, el alma dará al Bien Amado pruebas de su amor. Presentará a esta potencia, que no puede ser destruida, las bellezas del cielo, los encantos de su Señor, las escenas del Calvario, las perfecciones de su Dios. Entonces, también ella permanecerá en el silencio, y será la sirvienta silenciosa del Amor divino.
4° Silencio de la memoria
Silencio al pasado... olvido. Hay que saturar esta facultad con el recuerdo de las misericordias de Dios... Es el agradecimiento en el silencio, es el silencio de la acción de gracias.
5° Silencio a las creaturas
¡Oh, miseria de nuestra condición presente! A menudo el alma, atenta a sí misma, se sorprende conversando interiormente con las creaturas, respondiendo en su nombre. ¡Oh, humillación que hizo gemir a los santos! En ese momento esta alma debe retirarse dulcemente a las más íntimas profundidades de este lugar escondido, donde descansa la Majestad inaccesible del Santo de los santos, y donde Jesús, su consolador v su Dios, se descubrirá a ella, le revelará sus secretos, v le hará probar la bienaventuranza futura. Entonces le dará un amargo disgusto para todo lo que no es El, y todo lo que es de la tierra. dejará poco a poco de distraerla.
6° Silencio del corazón
Si la lengua está muda, si los sentidos se encuentran en la calma, si la imaginación, la memoria y las creaturas se callan y hacen silencio, si no alrededor, si al menos en lo íntimo de esta alma de esposa, el corazón hará poco ruido. Silencio de los afectos, de las antipatías, silencio de los deseos en lo que tienen de dema siado ardiente, silencio del celo en lo que tiene de indiscreto; silencio del fervor en lo que tiene de exagerado: silencio hasta en los suspiros... Silencio del amor en lo que tiene de exaltado, no de esa exaltación de que Dios es autor, sino de aquella en que se mezcla la naturaleza. El silencio del amor, es el amor en el silencio...
Es el silencio ante Dios, suma belleza, bondad, perfección... Silencio que no tiene nada de molesto, de forzado; este silencio no daña a la ternura, al vigor de este amor, de modo semejante a como el reconocimiento de las faltas no daña tampoco al silencio de la humildad, ni el batir de las alas de los ángeles de que habla el profeta al silencio de su obediencia, ni el fiat al silencio de Getsemaní, ni el Sanctus eterno al silencio de los serafines...
Un corazón en el silencio es un corazón de virgen, es una melodía para el corazón de Dios. La lámpara se consume sin ruido ante el Sagrario, y el incienso sube en silencio hasta el trono del Salvador: así es el silencio del amor. En los grados precedentes, el silencio era todavía la queja de la tierra; en éste el alma, a causa de su pureza, empieza a aprender la primera nota de este cántico sagrado que es el cántico de los cielos.
7° Silencio de la naturaleza, del amor propio
Silencio a la vista de la propia corrupción, de la propia incapacidad. Silencio del alma que se complace en su bajeza. Silencio a las alabanzas, a la estima. Silencio ante los desprecios, las preferencias, las murmuraciones; es el silencio de la dulzura y de la humildad. Silencio de la naturaleza ante las alegrías o los placeres. La flor se abre en silencio y su perfume alaba en silencio al creador: el alma interior debe hacer lo mismo. Silencio de la naturaleza en la pena o en la contradicción. Silencio en los ayunos, en las vigilias, en las fatigas, en el frío y el calor. Silencio en la salud, en la enfermedad, en la privación de todas las cosas: es el silencio elocuente de la verdadera pobreza y de la penitencia; es el silencio tan amable de la muerte a todo lo creado y humano. Es el silencio del yo humano transformándose en el querer divino. Los estremecimientos de la naturaleza no podrían turbar este silencio, porque está por encima de la naturaleza.
8° Silencio del espíritu
Hacer callar los pensamientos inútiles, los pensamientos agradables y naturales; sólo éstos dañan al silencio del espíritu, y, no el pensamiento en sí mismo, que no puede dejar de existir. ¡Nuestro espíritu quiere la verdad, y nosotros le damos la mentira! ¡Ahora bien, la verdad esencial es Dios! ¡Dios basta a su propia inteligencia divina, y no basta a la pobre inteligencia humana!
Por lo que mira a una contemplación de Dios sostenida, inmediata, no es posible en la debilidad de la carne, a no ser que Dios conceda un puro don de su bondad; pero el silencio en los ejercicios propios del espíritu consiste; en relación a la fe, en contentarse con su luz oscura. Silencio a los razonamientos sutiles que debilitan la voluntad v disecan el amor. Silencio en la intención: pureza, simplicidad; silencio a las búsquedas personales; en la meditación, silencio a la curiosidad; en la oración, silencio a las propias operaciones, que no hacen más que obstaculizar la obra de Dios. Silencio al orgullo que se busca en todo, siempre y en todas partes; que quiere lo bello, el bien, lo sublime; es el silencio de la santa simplicidad; del desprendí-miento total de la rectitud.
Un espíritu que combate contra tales enemigos es semejante a esos ángeles que ven sin cesar la Faz de Dios. Esta es la inteligencia, siempre en el silencio, que Dios eleva hasta sí.
9° Silencio del juicio
Silencio cuanto a las personas, silencio cuanto a las cosas. No juzgar, no dejar ver la propia opinión. No tener opinión a veces, es decir, ceder con simplicidad, si nada se opone a ello por prudencia o por caridad. Es el silencio de la bienaventurada. y santa infancia, es el silencio de los perfectos, el silencio de los ángeles y de los arcángeles, cuando siguen las órdenes de Dios. ¡Es el silencio del Verbo encarnado!
10° Silencio de la voluntad
El silencio a los mandamientos, el silencio a las santas leyes de la regia, no es, por decirlo así, más que el silencio exterior de la propia. Voluntad. El Señor tiene algo que enseñarnos de mas profundo y de más difícil: el silencio del esclavo bajo los golpes de su amo. Pero ¡feliz esclavo, pues el Amo es Dios! Este silencio es el de la víctima sobre el altar, es el silencio del cordero que es despojado de su vellocino, es el silencio en las tinieblas, silencio que impide pedir la luz, al menos la que alegra. Es el silencio en las angustias del corazón, en los dolores del alma.; el silencio de un alma que se vio favorecida por su Dios, y que, sintiéndose rechazada por El; no pronuncia ni siquiera estas palabras: ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? Es el silencio en el abandono, el silencio bajo la severidad de la mirarla de Dios, bajo el peso de su mano divina; el silencio sin otra queja que la del amor. Es el silencio de la crucifixión, es más que el silencio de los mártires, es el silencio de la agonía de Jesucristo. Si, este silencio es su divino silencio, y nada es comparable a su voz, nada resiste a su oración, nada es más digno de Dios que esta clase de alabanza en el dolor, que este fiat en el lagar; que este silencio en el trabajo de la muerte.
Mientras esta voluntad humilde y libre, verdadero holocausto de amor, se destroza v se destruye para la gloria del nombre de Dios, El la transforma en su voluntad divina. Entonces ¿qué falta para su perfección? ¿Qué se requiere todavía para la unión? ¿Qué falta para que Cristo sea acabado en esta alma? Dos cosas: la primera es el último suspiro del ser humano, la segunda es una dulce atención al Bien Amado cuyo beso divino es la inefable recompensa.
11° Silencio consigo mismo
No hablarse interiormente, no escucharse, no quejarse ni consolarse. En una palabra, callarse consigo mismo, olvidarse a si mismo, dejarse solo, completamente solo con Dios; huirse, separarse de sí mismo. Este es el silencio más difícil, y sin embargo es esencial para unirse a Dios tan perfectamente como pueda hacerlo una pobre creatura, que, con la gracia, llega a menudo hasta aquí, pero se detiene en este grado, por que no lo comprende y lo practica menos aún. Es el silencio de la nada. Es más heroico que el silencio de la muerte.
12° Silencio con Dios
Al comienzo Dios decía al alma: "Habla poco a las creaturas y mucho conmigo”. Aquí le dice. "No me hables más”. El silencio con Dios es adherirse a Dios, presentarse y exponerse ante Dios, ofrecerse a El, aniquilarse ante El, adorarlo, amarlo, escucharlo, oírlo, descansar en El. Es el silencio de la eternidad; es la unión del alma con Dios.
Carmen Zoraima
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