Pidamos la humildad
Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:
del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,
del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,
Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.
McNulty, Obispo de Paterson, N.J.
1 comentario:
Verdades olvidadas
La vida es prueba
Esta es una verdad que muchas veces olvidamos, o hasta desconocemos, y nos parece que esta vida es la única y tratamos de vivirla a pleno porque después viene la muerte y se termina todo. ¡No! No se termina todo, sino que todo comienza. Comienza la eternidad, en que viviremos para siempre felices en el Cielo, si hemos obrado de acuerdo a la voluntad de Dios; o para siempre infelices en el Infierno, si despreciamos la Ley de Dios.
Es conveniente que no olvidemos que esta vida sobre la tierra es un tiempo en que el demonio trata de hacernos perder nuestra alma. Por eso es tan importante la oración frecuente, pues Dios se ha comprometido a darnos toda la ayuda que necesitamos para rechazar al Maligno, y más todavía, y así superar la prueba, pero a condición de que le pidamos esa ayuda.
Ya dijo San Alfonso María de Ligorio que el que reza se salva y el que no reza se condena. Esta es una gran verdad, que también está muy olvidada. Dios, que nos ha creado sin nosotros, no nos salvará sin nosotros, es decir, que tenemos que poner nuestra buena voluntad para que el Señor nos salve. Es mucho lo que arriesgamos en esto, es nuestra propia eternidad.
Por eso no nos descorazonemos si en esta vida tenemos que sufrir mucho, porque todo esto pasará y vendrá luego el premio a los que hayamos combatido valientemente.
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