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Adri

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir mas ante el pecado.

Seremos c ompletamente libres ,si nos determinamos a no consentir  mas ante  el pecado.
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viernes, 16 de agosto de 2013

Palabras de Jesús que nos inquietan y nos han de hacer sentir el ardor del Espíritu

Jer. 8, 4-6.8-10; Sal. 39; Hb. 12, 1-4; Lc. 12, 49-53
‘He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!’ A muchos les asustan estas palabras de Jesús y muchos también se valen de estas palabras para hacer sus interpretaciones más o menos interesadas de Jesús y de sus palabras. No nos ha de extrañar. Es signo de contradicción, como lo había anunciado proféticamente el anciano Simeón.
Hablar de prender fuego - y más escuchando estas palabras en estos días calurosos de verano - no podría hacer pensar en destrucción. El fuego todo lo devora, bien lo sabemos por cuando arden nuestros momentos o por cuando tenemos la desgracia de cualquier incendio que destruye bienes y propiedades.
Pero también sabemos del sentido purificador del fuego, bien porque arrojemos a la hoguera aquellas cosas que no nos sirven y de las que queremos desprendernos, o también por su utilización para la purificación de metales preciosos o para la elaboración de resistentes aceros que nos valgan en nuestras construcciones. Ya no es destructor sino purificador o también elemento en cierto modo constructivo y creador de tantos materiales con los que podemos, por ejemplo, elaborar hermosas obras de arte. Ya le vamos viendo un sentido menos negativo, más bien positivo por cuanto de bueno puede salir de él.
Pero seguimos preguntándonos por el sentido de las palabras de Jesús, que continúa hablándonos de un bautismo por el que ha de pasar y del que nos dice además ‘¡qué angustia hasta que se cumpla!’. Nos ayuda a entender estas palabras de Jesús lo que le preguntaba a aquellos dos que vinieron con la pretensión de ocupar los primeros puestos, uno a la derecha y otro a la izquierda. ‘¿Podéis beber la copa que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con yo voy a ser bautizado?’ Bien entendemos que Jesús se estaba refiriendo a su pasión.
Ahora la había venido anunciando una y otra vez y manifiesta la angustia, el ansia profunda que hay en su corazón por la pasión redentora que ha de sufrir. ‘¡Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros antes de morir!’, sería la exclamación que brotaba del corazón de Cristo al comienzo de la cena Pascual.
No en vano Juan el Bautista cuando le preguntaban por el bautismo de agua que él realizaba allá junto al Jordán anunciaba al que había de venir y que nos bautizaría con Espíritu Santo y fuego. Precisamente los signos que se manifiestan en Pentecostés a la hora de la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo son las lenguas de fuego, cual llamaradas, que aparecieron sobre las cabezas de los Apóstoles. Fue el fuego del Espíritu que transformó los corazones de los apóstoles para que luego con valentía salieran a hacer el anuncio de Jesús. O podemos recordar también como los discípulos de Emaús cuando volvían después de su experiencia del encuentro con Cristo resucitado comentaban cómo mientras Jesús les hablaba y estaba con ellos les ardía el corazón.
Ese es el fuego del Espíritu que tiene que arder en nuestro corazón, en nuestra vida, purificándonos de nuestros miedos y cobardías, de las confusiones que nos dividen o que nos encierran en nosotros mismos para que salgamos valientemente a comportarnos como testigos que no podemos callar, que no podemos dejar de hablar de esa fe que transforma nuestros corazones, de esa fe que nos llena de alegría y nos entusiasma, de esa fe que tenemos que contagiar cual una llama que se va propagando más y más para llevar esa luz a nuestro mundo. Es el fuego del Espíritu que siembra inquietud en nuestro corazón y que no nos deja quietos.
La fe no es una dormidera para nuestra alma, como algunos hayan podido pensar a nuestro alrededor, sino que siembra inquietud en nuestro corazón y nos lanza al anuncio y al compromiso, nos lanza a dar testimonio en todo momento de lo que vivimos allá en lo más hondo de nosotros. Si alguna vez alguien haya podido decir que la fe nos adormece es porque no conocen bien el sentido de nuestra fe y cuando no se conoce bien es fácil juzgar pero es fácil también equivocarse, o también porque quizá los cristianos no hemos dado el testimonio valiente que teníamos que haber dado y eso ha creado esa confusión. No busquemos nunca la fe que nos adormece porque esa no es la verdadera fe.
No será, sin embargo, tarea fácil. Hoy Jesús nos dice ‘¿pensáis que he venido a traer al mundo paz?’ No es la paz de los muertos que ya no nos inquieta la que Jesús ha venido a traernos. Es la inquietud que siembra en nuestro corazón y que hará que también podamos ser un signo de contradicción para los que están a nuestro lado y no nos entienden. ‘No, sino división’, se responde Jesús a esa pregunta. Y nos habla de esa división que incluso en el ámbito de los más cercano a nosotros como puedan ser nuestras familias puede surgir.
Una división, podríamos decir, que comienza quizá dentro de nosotros mismos cuando en nuestro corazón nos vemos envueltos en esa inquietud y tenemos que tomar opciones, y no sabemos que hacer en ocasiones, porque quizá los que estén a nuestro lado no nos van a entender o se nos van a poner en contra. Es ese ardor que sentimos dentro de nosotros mismos y que nos hace luchar, gastarnos, dar todo lo más y mejor de nosotros, porque no podemos soportar el sufrimiento de tantos a nuestro alrededor.
Pero a pesar de esas inquietudes que no nos dejan quietos o de la división o desencuentros que podamos tener con los que nos rodean, sin embargo Jesús sí nos dará su paz, pero, como decíamos, no una paz que nos adormece sino la paz del gozo que sentimos por esa opción que hemos hecho por Jesús, por su evangelio, por los valores del Reino de Dios.
Y aunque vivamos muchas veces zarandeados en medio de nuestros trabajos y compromisos o de las luchas que tenemos que sostener por inquietar a los demás, por trabajar por hacer que nuestro mundo sea mejor y nos duelan muchas cosas que vemos en nuestro mundo muchas veces injusto y que nos puedan hacer sufrir, sin embargo hay una paz en el corazón que nadie nos podrá quitar en esa satisfacción por lo bueno que estamos haciendo y por lo que queremos entregarnos.
Que ese fuego del Espíritu llene nuestro corazón. No lo temamos ni lo rehuyamos. Dejémonos quemar por él, porque va a transformar nuestro corazón, porque será también transformador de nuestro mundo. Es nuestra tarea, nuestro compromiso. Es nuestra alegría, la alegría de la fe que vivimos y que queremos contagiar a nuestro mundo.

Recordemos cuanto nos ha dicho el Papa Francisco de esa inquietud, nacida de la fe, que hemos de sentir en nuestros corazones y que nos haga salir e ir al encuentro del mundo que nos rodea con el testimonio de nuestra fe. Nos lo repite continuamente, no nos podemos quedar encerrados en nosotros mismos o solamente con los nuestros sino que ese ardor del Espíritu en nuestro corazón nos tiene que hacer misioneros de verdad. No es tarea de un día, sino tarea de todos los días.

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Pidamos la humildad

Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:

del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,

del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,

Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.

McNulty, Obispo de Paterson, N.J.

Tumba del Santo Padre Pio.

Tumba del Santo Padre Pio.
Alli rece por todos uds. Giovani Rotondo julio 2011

Rueguen por nosotros

Padre Celestial me abandono en tus manos. Soy feliz.


Cristo ten piedad de nosotros.

Mientras tengamos vida en la tierra estaremos a tiempo de reparar todos los errores y pecados que cometimos. No dejemos para mañana . Hoy podemos acercarnos a un sacerdote y reconciliarnos con Dios,

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia dijo Jesus

Jesucristo Te adoramos por todos aquellos que no lo hacen . Amen

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