Se ha cumplido el
plazo… el momento es apremiante…
Jonás, 3,
1-5.10;
Sal. 24;
1Cor. 7, 29-31;
Mc. 1, 14-20
Hay cosas,
que nos dicen, que se cumplen en un plazo determinado y cuando se va acercando
ese momento hemos de prepararnos para ello; ya sea, por ejemplo, un pago que
tengamos que hacer, hipotecas, créditos… ya sea una palabra dada de algo que
nos comprometidos a hacer, ya sea un acontecimiento anunciado que tiene una
fecha muy concreta y para la que hemos de tener todas las cosas bien
dispuestas. Cuando se nos cumpla el plazo no nos queda más remedio que pagar lo
acordado, cumplir con lo comprometido o disponernos a lo que está por suceder.
Así en muchas cosas en la vida.
Hoy la
Palabra de Dios que hemos escuchado nos habla de plazos cumplidos, de momentos
apremiantes o de cosas que han de suceder en un tiempo ya previamente
determinado. Y para ello hemos de estar bien dispuestos.
Comencemos
por la primera lectura. El profeta Jonás fue enviado a la ciudad de Nínive a
invitar a la conversión. ‘Levántate y
vete a Nínive, la gran ciudad, y predica el mensaje que te digo… y comenzó
Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día pregonando: ¡Dentro de
cuarenta días Nínive será destruida!’ Se les dio un plazo para la
conversión. ‘Dentro de cuarenta días…’
Un plazo para la conversión, para el cambio de vida o la destrucción de la
ciudad.
En el
Evangelio se nos relata cuando comienza Jesús a predicar por Galilea la Buena
Noticia del Reino después de que habían arrestado a Juan y nos habla ya de un
plazo cumplido. ‘Se ha cumplido el plazo,
está cerca del Reino de Dios; convertios y creed en el Evangelio’. Ha llegado
ya el momento, se ha cumplido el plazo, viene a decirnos Jesús.
Desde el
mismo momento que Adán desobedeció y pecó Dios anuncia un evangelio de
salvación. Se le suele llamar protoevangelio a esa página del Génesis. Toda la
historia de la salvación en la historia del pueblo de Israel es desde entonces
una repetición de ese anuncio de salvación. Los profetas habían ido preparando
al pueblo de Dios para que se mantuviera en esa esperanza. Dios enviaría un
Salvador. El Bautista lo anunciaba como ya inminente porque decía ‘en medio de vosotros está el que no
conocéis’ e invitaba a la conversión porque llegaba ya el Reino de Dios.
Es
significativo que el evangelista comience diciéndonos que ‘cuando arrestaron a Juan Jesús se marchó a Galilea a proclamar el
Evangelio de Dios’. Efectivamente ya
el Bautista cumplió su misión y comienza un tiempo nuevo. Ya no es el tiempo
del anuncio y la preparación. Ahora llega Jesús y comienza a hacerse presente
el Reino de Dios.
Jesús nos
dice ahora que ‘se ha cumplido el plazo,
está cerca el Reino de Dios’. Hay que creer en esa Buena Noticia. Hay que
disponerse ya a acoger el Reinado de Dios. Desde que entró el pecado en el
mundo el Reino de la muerte lo cubría todo con sus sombras. Pero llegaba la
luz, y estaba ya allí en medio. Se ha cumplido el plazo de que la luz brille en
medio de las tinieblas y amanezca la salvación. Podríamos recordar también esa
página hermosa del comienzo del evangelio de Juan que nos habla de la luz que
viene a disipar las tinieblas aunque se resisten.
Allí está
la Buena Nueva, allí está el Evangelio, allí está Jesús con su salvación. Con
Jesús comienza el Reinado de Dios porque la muerte y el pecado iban a ser
vencidos. ‘Llega la victoria de nuestro
Dios’. Hay que convertirse, y convertirse es creer en esa Buena Noticia. Dios
en verdad será nuestro único Rey.
Estamos
prácticamente comenzando a leer el evangelio de Marcos y éste es el primer
anuncio que escuchamos. Pero, como siempre decimos, la Palabra de Dios no la
podemos escuchar simplemente como un hecho pasado, sino que es la Palabra que
Dios hoy nos dirige a nosotros. No es Palabra de un ayer, sino de un hoy. Hoy
la escuchamos, hoy llega a nosotros. Podríamos recordar aquello de Jesús en la
Sinagoga de Nazaret que nos narra san Lucas también en el comienzo de la
actividad pública de Jesús. Cuando lee el sábado en la Sinagoga aquel pasaje de
Isaías recordamos que el comentario de Jesús fue decir: ‘hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’.
Hoy se
cumple el plazo para nosotros; hoy llega la Palabra del Señor a nuestra vida;
hoy os llega la Buena Noticia de que el Reino de Dios llega a nosotros, se hace
presente en nuestra vida. Y hemos de sentir, como nos decía san Pablo en su
carta, ‘el momento es apremiante’. Así
tenemos que tomarnos en serio la Palabra de Dios que se nos anuncia. Hemos de dar una respuesta. Una
respuesta de fe y de conversión. Creemos en el Señor que llega a nuestra vida;
nos convertimos a El, porque ya queremos alejarnos para siempre del reino de la
muerte para entrar en el reino de la vida, en el Reino de Dios.
Queremos
ya ponernos en camino para seguir de todas todas a Jesús. Con prontitud. Con
generosidad y radicalidad. Arrancándonos de nuestras redes de muerte. Para
caminar a su luz. Para que El sea en verdad para siempre el centro de nuestra
vida, el único Señor de nuestra vida. Tenemos que creer desde lo más hondo del
corazón esa palabra de salvación que pronuncia para nosotros, ese anuncio de
vida que nos hace. Y si le creemos, cambiaremos nuestra vida, dejaremos atrás
muchas redes, muchas cosas que nos han atado hasta ahora para seguir para
siempre su único camino, caminar a su paso, vivir su vida.
El
Evangelio nos dice que Jesús ‘pasando
junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran
pescadores…’ Allí están en sus tareas. Quien había anunciado que se cumplía
el plazo y llegaba el Reino de Dios ahora invita a seguirle, a estar con El, a
vivir ese momento nuevo del Reino de Dios. ‘Venid
conmigo, sois pescadores de estos mares, de estos lagos, pero yo os haré
pescadores de otros mares, os haré
pescadores de hombres…’
Y Simón
Pedro y Andrés creen en la Buena Noticia; lo mismo luego Santiago y Juan que
estaban también con sus redes y con su barca, con su padre y con los jornaleros
también creen, y cambian, y lo dejan todo. ‘Y
se marcharon con El’. Es la señal de la conversión. Creen y cambian de
vida. Conversión no es sólo penitencia; es mucho más, es el cambio radical, es
el comenzar a vivir algo distinto. Creen en el anuncio que está haciendo Jesús
y quieren vivir en su Reino, en el Reino de Dios. Es la Buena Noticia, el
Evangelio en el que comienzan a creer y quieren vivir. Por eso, se van con El.
Es la
llamada y la invitación que hoy nosotros escuchamos. ‘Se ha cumplido el plazo… el momento es apremiante…’ La tiene que
comenzar a iluminar y de nosotros depende. El Señor nos la está poniendo en
nuestras manos. El mundo necesita esa luz en medio de tantas sombras y
oscuridades que nos envuelven y nosotros tenemos la luz en nuestras manos.
El Señor
nos invita a ir con El, como a aquellos primeros discípulos. Y esa llamada no
es de ayer ni de mañana, sino que es ahora cuando el Señor nos llama y nos
invita a creer en la Buena Noticia para hacer presente el Reino de Dios en
nuestro mundo. ¿Qué pasa con nuestra fe? ¿Se nos habrá adormecido? ¿La habremos
ocultado? ‘El momento es apremiante’. ¡Cuánto
tenemos que hacer! ¡Cuánto podemos hacer!
‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres’,
sembradores de luz, mensajeros de esperanza, constructores de un mundo de amor.
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