Ya la noticia se ha producido. Acabamos de escuchar su
anuncio. Es la Buena Noticia, el Evangelio que esta noche se proclamó solemne
por los ángeles en Belén; es la Buena Noticia, el Evangelio que se repite esta
noche en todos los lugares del mundo. Mensajeros nos la habían ido anunciando y
para este momento nos habíamos venido preparando; los profetas, Juan el
Bautista, María nos habían poniendo las señales y nos habían ido señalando el
camino que habíamos de recorrer.
‘Mirad que yo envío mi
mensajero para que prepare el camino ante mí’, habían anunciado los profetas. El mensajero llegó
finalmente preparando los caminos y quienes escuchaban el mensaje purificaban
su vida con la conversión del corazón. Juan Bautista lo señalaba ya bien
cercano, porque nos decía que ya estaba entre nosotros y habíamos de aprender a
reconocerlo.
Ha llegado el momento en que la Luz ha comenzado a
brillar con fuerza y la noche ya no es noche, porque las estrellas han dejado
paso al Sol que viene de lo alto y que todo lo ilumina. ‘Os traigo una buena noticia, una gran alegría: nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor’.
‘El pueblo que
habitaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierras de sombra y una
luz les brilló’,
había dicho el profeta. ‘La gloria del
Señor los envolvió con su claridad’, y los ángeles cantaban a gloria. ‘Ha aparecido la gracia de Dios que nos trae
la salvación para todos los hombres’ nos diría san Pablo para hablarnos del
momento de la salvación, de la gloria, de la gracia que con Jesús nacía para
todos nosotros.
Y nosotros también nos llenamos de alegría. Hoy es
fiesta. Hoy es la fiesta grande del Nacimiento de Jesús. Todos se llenan de
alegría y ya no sabemos ni cómo celebrarlo; tanta fiesta hacemos que hasta los
que no terminan de creer en el Salvador también hacen fiesta. Todos nos
contagiamos. Todos tendríamos que conocer bien la gran noticia, la Buena Nueva
de Salvación que para todos nos llega. Tendríamos que saber contagiar de
nuestra fe para que todos lleguen a descubrir la Luz verdadera que viene a este
mundo y nos trae la salvación. Tendría que ser un compromiso de quienes hemos
puesto toda nuestra esperanza en el Salvador que nos ha nacido.
La luz que esta noche brilla con tanto resplandor tiene
que de verdad iluminar a todos los hombres. Las tinieblas de la desesperanza
tendrían que desaparecer para siempre. Si escuchamos de verdad en lo hondo del corazón esta gran noticia que se
nos comunica tendrían que desaparecer para siempre tantas negruras que nos
atormentan y nos hacen sufrir.
El Niño recién nacido que contemplamos esta noche entre
las pajas de un pesebre o en los brazos de María es nuestro consuelo y nuestra
fortaleza en nuestros sufrimientos y en nuestras debilidades; es nuestra vida y
el que nos llena de paz que nos resucitará de tanta muerte y hará brotar en
nuestros corazones nuevos sentimientos de entendimiento y de armonía para que
sepamos entendernos y querernos, de humildad y de generosidad para saber ir al
encuentro con los demás; es el que nos despierta para una vida nueva y pone en
nuestros corazones gérmenes de paz y de amor para que llenos de esperanza y de
ilusión todos comencemos a hacer un mundo nuevo.
Ese Niño recién nacido que es anunciado a los pastores
como el Salvador, el Mesías y el Señor, es el Hijo del Altísimo encarnado en
las entrañas de María para ser Dios con nosotros, para ser Emmanuel. El profeta
lo había anunciado y el ángel así se lo comunicó a María en la Anunciación de
Nazaret. ‘La Virgen concebirá y dará a
luz un hijo y le pondrá por nombre
Emmanuel, que significa Dios con nosotros’, había dicho entonces el
profeta. ‘Concebirás en tu vientre y
darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará
Hijo del Altísimo’, había anunciado el ángel.
No podemos olvidarnos. No podemos pensar en otra cosa
ni darle otro nombre. Nuestra fiesta ya no es simplemente la fiesta del solsticio
del invierno. El Sol que nos ha brillado con su luz no es una luz cualquiera,
porque quien brilla entre nosotros es el Hijo del Altísimo, es el Hijo de Dios
hecho hombre. No nos felicitamos por una fiesta cualquiera sino que nos
felicitamos porque está Dios con nosotros. Nos felicitamos en el amor de Dios
que se ha derramado sobre nosotros y nos trae la vida y la salvación. Nos
felicitamos en el mundo nuevo de esperanza y amor que con Jesús nos ha nacido.
Y esto tenemos que decirlo muy alto y muy claro para que no haya confusión.
Es navidad, es el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios
lo que nosotros estamos celebrando y lo que tenemos que proclamar a los cuatro
vientos. Es la fe que profesamos esta noche con rotundidad y es la fe que
tenemos que trasmitir y contagiar a los demás. Nuestra alegría no es una
alegría cualquiera. Es la alegría que nace de nuestra fe; es la alegría que
nace del misterio que contemplamos y celebramos y que da sentido y valor a
nuestra vida. Es el anuncio lleno de alegría que tenemos que llevar a los
demás. Un anuncio alegre y entusiasta que nace del convencimiento de nuestra fe
hasta contagiar a los demás.
Profesamos una fe que nos llena de esperanza para ver
auroras de luz para nuestro mundo anunciadoras de tiempos mejores si en verdad
nos disponemos a seguir a este Salvador que nos ha nacido. Por eso decíamos que
las negruras tienen que desaparecer de nuestra vida y de nuestro mundo.
Queremos celebrar la Navidad con tanto hondura y profundidad que ya nuestra
vida tiene que ser distinta después de la vivencia de la presencia de Dios en
medio de nosotros que experimentamos.
No puede ser una navidad cualquiera; no puede ser una
navidad triste porque en el mundo haya problemas; tiene que ser una navidad
llena de esperanza porque creemos que en Cristo es posible ese mundo nuevo y en
el Niño recién nacido que contemplamos en Belén tenemos toda la fuerza de la
gracia para nuestra lucha y para nuestro trabajo por hacer un mundo nuevo y
mejor.
Es la gran noticia que esta noche recibimos, que nos
llena de alegría y que nos pone en camino. Vayamos y comuniquemos a nuestro
mundo que nos ha nacido un Salvador y que el mundo tiene ya esperanza, todos
hemos de tener esperanza porque en Jesús nos nace un mundo nuevo que es el
Reino de Dios.
Alegría, hermanos, que nos ha nacido Dios. Es
nochebuena: nos ha nacido el amor, nos ha nacido la paz.
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