La maternidad es un don recibido y debemos dar gracias a Dios por la gracia de traer luz al mundo.
Ser madre también conlleva un serio compromiso ,el de seguir velando por nuestros hijos día y noche ofrendándolos a Dios para que los proteja y los conduzca por el camino de la santificación de sus almas.
Así el don de la maternidad no es solo genético o natural, sino se eleva a la sobrenaturalidad del plano espiritual.
Hay que profundizar siempre en el amor a Dios y desde esa fuente a los demás, en nuestra caso al haber recibido el don de ser madres tenemos un compromiso mayor ser modelo y ejemplo espiritual para que así, nuestros hijos puedan abrevar de esa fuente.
Alegrémonos y regocijémonos en el Señor que es el Rey del Cielo y de la Tierra y nos confió un tesoro a cuidar: nuestros hijos.
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