La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo mágica, a ciertas prácticas por otra parte legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición"(Cat 2111).
Por ejemplo, las llamadas cadenas de oración a San Judas Tadeo o a otros santos. Se deben escribir 81 copias y dejar nueve copias en nueve iglesias. Se pide una gracia y a los nueve días, dicen, será concedida. Como si Dios actuara como un robot automático, sólo por haber escrito 81 cartas de oración. Dice más o menos así: "El Sr. X hizo las copias y las envió. A los nueve días ganaba la lotería. La Sra. H la rompió y murió al mes siguiente. La Srta. Z la dejó de lado y perdió su empleo. Pero después la envió y fue nombrada jefa de sección. No detenga la cadena, pues le acarraría algún mal. Ruegue a San Judas Tadeo o a San Antonio... Rece diez Avemarías y recibirá la gracia a los nueve días". Esto es terrorismo espiritual.
No hay que actuar por miedo, sino por amor. Otras supersticiones se refieren a buscar la buena suerte y obtener beneficios o evitar problemas, prescindiendo de Dios. Hay quienes colocan un zapato en sus coches o llevan una uña de león, un diente de zorra, una moneda, un colmillo de elefante en miniatura... Hay cantantes que para salir a cantar deben ir con calcetines de distinto color. Hay quienes tienen miedo al número 13, al domingo siete, al martes 13, a pasar debajo de una escalera o a romper un espejo, porque les traerá mala suerte. En cambio, si el día de Año Nuevo salen a dar una vuelta con una maleta, van a poder viajar ese año; si llevan prendas interiores amarillas ese día o colocan una herradura en sus casas, van a tener suerte y van a estar protegidos. Y Dios, nuestro Padre ¿dónde queda? ¿Acaso no creemos en Él o nos olvidamos de que todo está en sus manos divinas y amorosas?
La superstición se basa en el miedo. Algunos se creen rodeados de fuerzas enemigas y quieren controlarlas, amansarlas o, al menos, no irritarlas. Por eso, procuran evitar sentarse trece a la mesa o "tocan madera" para que no les suceda algo malo. Pero no somos juguetes de un destino anónimo, ciego o caprichoso, Dios nos ama y como dice Jesús: "No tengas miedo, solamente confía en Mí" (Mc 5,36). "Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura" (Lc 12,29-31). "Hasta los pelos de la cabeza los tiene contados. No tengáis miedo" (Lc 12,7).
¿Tienes miedo a las fuerzas desconocidas del Cosmos?
¿No sabes que Dios es el Creador de todo el Universo y todo está bajo su control?
MALEFICIOS
Los maleficios son daños provocados con la intervención del demonio. Hay quienes pueden hacer daño a otros con su poder mental o hipnotizándolos; pero, si no lo hacen por medio de Satanás, no es maleficio, aunque puedan influenciar negativamente en los otros. Para hacer maleficios, los brujos suelen valerse de objetos con los cuales expresan su voluntad de hacer daño, invocando a Satanás, para que les imprima su fuerza diabólica. Es lo contrario de una bendición, a través de la cual imprime Dios en las cosas benditas una virtud de bien, que ayuda a ser buenos y a protegernos del mal y del maligno, pues irradian luz, amor, bondad...
Muchas veces, los maleficios no consiguen su efecto, porque Dios no lo permite o porque la persona afectada está bien protegida con una vida de unión con Dios. Pero, ciertamente, en ocasiones producen su efecto negativo y alteran la paz de las personas, de las familias y de comunidades enteras.
Por otra parte, hay personas que dicen que les han hecho "daño" o maleficio, porque simplemente no se explican el porqué les suceden ciertas cosas desagradables, que pueden deberse a su propia irresponsabilidad para asumir sus obligaciones o por simples causas naturales. Otras veces, son personas sicológicamente enfermas y creen que los han embrujado, pero la raíz de todo está en su propia sicología débil y enferma y necesitan tratamiento sicológico y psiquiátrico.
Hay gente que habla de "mal de ojo" y sólo quieren decir que su hijo está mal y no saben cómo curarlo y creen que lo han "ojeado", es decir, que una persona les ha hecho daño al mirarlos con mala voluntad; pero, aun cuando esto fuera posible, lo que no es seguro, no es maleficio, si no se ha hecho invocación de Satanás para hacer daño con la mirada. Conocí en mi parroquia a un anciano sacristán a quienes todas las mujeres del pueblo le llevaban sus hijos, cuando estaban enfermos por causas desconocidas y ellas decían que estaban "ojeados". Él solamente rezaba un Credo y un Padrenuestro y decían que se curaban casi todos. Evidentemente, no eran verdaderos maleficios, eran, más bien, problemas simples de salud o sencillamente el nerviosismo de la madre y, al tranquilizarse ella con la oración del "especialista", se curaba el niño del contagio nervioso transmitido por la mamá, que le quitaba el apetito y le hacía llorar inconsolablemente.
Con relación a las maldiciones, si se hacen con verdadera perfidia y se invoca el poder diabólico (no basta con decir palabras de maldición, que se las lleva el viento), sobre todo, cuando hay vínculos estrechos de sangre entre el que la dice y el afectado, puede tener efectos negativos. Se han dado casos de padres o abuelos, que maldijeron a sus hijos o nietos, y éstos se vieron realmente afectados, especialmente, cuando su unión con Dios es muy débil, ya que están desprotegidos contra el poder del maligno. En estos casos, es buena la oración de liberación para que Dios desate cualquier vinculación maléfica o diabólica que exista con los antepasados, que hayan estado metidos en brujerías o hechicerías.
Lo que nunca hay que hacer es acudir a brujos o curanderos para liberarse de cualquier influencia maléfica, pues sería como aumentar más el problema. Hoy día abundan los curanderos, que solucionan cualquier clase de problemas. Pero, aunque tengan la habitación llena de santos e imágenes religiosas y aun en el caso de que no trabajen con el diablo, son personas negativas que buscan ganar dinero, engañando a los incautos, a quienes procurarán hacerlos clientes fijos para los diferentes problemas que les harán creer que tienen y que ellos solos pueden curar. En el mejor de los casos, les harán ciertos ritos o llevar ciertos talismanes o "portafortunas" u otros objetos supersticiosos, como "pelos de tejón" o "dientes de lobo" o pequeños cuernos al lado de un crucifijo, ligándolos así al pecado de la superstición.
El Padre Gabriel Amorth, en su libro "Narraciones de un exorcista", dice: "Han venido a verme madres que habían llevado a sus hijos a curanderos y les habían hecho llevar al cuello cosas, que para los inexpertos pueden parecer fruslerías (cosas sin importancia); pero que, por sus consecuencias negativas, habían resultado ser verdaderos maleficios... Nunca se sabe. Más vale prevenir que curar".
Sigamos en todo las normas de la Iglesia que, con su experiencia de dos mil años, nos enseña cómo hacer el bien y evitar el mal. Dice el Catecismo: "Todas las prácticas de magia o hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, aunque sea para procurar la salud, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún, cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible" (Cat 2117).
a) Maleficio directo
El maleficio directo se da, cuando se hace comer o beber cosas a las cuales se ha mezclado aquello con lo cual se intenta hacer el maleficio. Los ingredientes suelen ser: polvo de huesos de muertos, sangre, porquerías, partes de algún animal, etc. Pero la eficacia no depende tanto del material usado, sino de la voluntad de hacer daño con el poder demoníaco, que se imprime en ellos y que se manifiesta en los ritos y fórmulas usadas. Con frecuencia, en el momento de la liberación, la persona arroja cosas que ha comido o arroja hilos de algodón, cintas, clavos, etc., de una manera incomprensible. El Padre Gabriel dice en su libro: "A veces, se expulsa una saliva densa y espumosa o una especie de papilla blanca y granulosa. Otras veces, se trata de objetos más variados: clavos, pedazos de vidrio, pequeñas muñecas de madera, hilos de cuerda anudados, grumos de sangre... A veces, estas cosas son expulsadas por las vías naturales o vomitando. Nótese que nunca el organismo sufre daño al expulsarlos (en cambio, obtiene alivio), aunque se trate de vidrios cortantes. Otras veces, la persona siente un dolor en el estómago como si tuviera un clavo y después encuentra un clavo en tierra junto a sí y desaparece el dolor".
Hay casos en que se encuentran estos extraños objetos, enterrados cerca de la casa. En todos estos casos, hay que quemar estos objetos y echar las cenizas en agua que corre, al río o al mar, pero hay que rezar mientras se sacan y se queman y después lavarse las manos que los han tocado con agua bendita. Es bueno que las personas, que han tomado algo maleficiado, beban agua bendita.
En algunos casos, los brujos preparan filtros o mixturas que provocan sugestión y vejación diabólica en aquellos que beben estos brebajes. Son conocidos los llamados "filtros del amor", que pueden imponer un horrible vínculo (llamado ligadura) en virtud de poderes satánicos, para atar a una persona al amor de otra. Cuánta gente incauta, quizás buscando la salud, se pone en las manos de brujos y curanderos que los "ligan" al diablo y, aunque los curen de su problema, les producen otros que no les dejarán tranquilos, porque el diablo siempre se toma su comisión. En el Perú, en algunos lugares, van a las "huaringas", lagunas de las alturas de los cerros, para meterse en el agua helada a las doce de la noche, mientras el brujo invoca al diablo. Otras veces, los brujos dan brebajes a base de licor para que se duerman y no se acuerden lo que han hecho con ellos, con fórmulas mágicas, que en el mejor de los casos serían supersticiosas; pero que, en muchos casos, son verdaderas fórmulas mágicas de invocación del poder del espíritu del mal. Por eso, un católico no puede ir a esos lugares ni a esos brujos o hechiceros que trabajan con fuerzas negativas y que alejan el espíritu de Dios. Dice Dios: "Maldito el hombre que pone en el hombre su confianza y aleja su corazón de Dios" (Jer 17,5).
¿Has ido tú alguna vez a curarte a esos brujos o curanderos? Renueva tus promesas bautismales.
b) Maleficio indirecto
El maleficio indirecto se da, cuando se hacen invocaciones maléficas sobre objetos que representan al que se quiere hacer daño: un muñeco, una foto, un sapo, vestidos... Unas veces, se clavan alfileres, puntas, cuchillos, etc., en el muñeco o en la foto para que el interesado sufra en carne propia lo que están haciendo. A veces, se deja podrir carne fresca, maleficiada y enterrada, para que la persona se vaya pudriendo de enfermedad. En ocasiones, se mete un sapo maleficiado en una caja para que se muera poco a poco de hambre tal como se desea que le ocurra al interesado. Otras veces, se quema el objeto de transferencia personal para que la víctima se consuma también.
Hay casos en que se liga el material maleficiado como cabellos, cintas, tiras de paño, etc., que representan el impedimento que se quiere causar a la víctima. En estos casos, de ligadura o anudamiento, hay cosas misteriosas, pues los más extraños objetos se encuentran en las almohadas o colchones de la víctima: por ejemplo, lana anudada o plumas anudadas en formas sorprendentes. Sea cual sea el caso de que se trate, no nos asustemos. Nuestros enemigos pueden echarnos porquerías en nuestra casa o enterrar cosas "raras" o hacernos comer cosas maleficiadas... Para estos y todos los casos de influencia maléfica, es bueno usar agua bendita, que se puede beber, o echar sal bendita en los rincones de la casa, el uso de imágenes sagradas bendecidas, rosarios, crucifijos y hacer frecuentemente la señal de la cruz sobre uno mismo. También es bueno recitar frecuentemente la oración a San Miguel Arcángel. Pero, sobre todo, es muy importante la confesión frecuente (es mejor que cualquier exorcismo, según el Padre Gabriel Amorth).
Mientras la persona no se arrepienta de sus pecados y no deje el mal camino que llevaba, perdone a quienes le han ofendido y no renuncie a todo ocultismo, magia, hechicería, etc., desprendiéndose de todos los objetos que usaba (sean amuletos, talismanes) no se podrá curar ni tener paz.
En verdad, la oración y el ayuno no sólo personal, sino también de la familia y de otras personas nos liberará, con seguridad, hasta de los demonios más difíciles. Pero no nos dejemos llevar del miedo o del pánico con autogestiones negativas. Dios es más fuerte que el diablo y Él nos da poder contra él. "El que cree en mí expulsará demonios" (Mc 16,17).
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Se alegra el alma al saber que tu estas aqui, en nuestra casa de paz
Amigo de mi alma tengo un gran deseo en mi corazon Amar a Dios por todos aquellos que no lo hacen hoy. ¿Me ayudas con tus aportes de amor cada vez que entres aqui? dejanos tu palabra de bien, tu gesto amoroso hacia Dios y los hermanos.
Seamos santos. Dios nos quiere santos
Adri
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Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón,
escúchame:
del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ....
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser preferido, .....
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del deseo de quedar bien,
del deseo de recibir honores,
del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado,
del temor de perder la fama,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser calumniado,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de la injusticia,
del temor de ser sospechado,
Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo,
otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos
y yo abandonado,
-que los demás sean alabados
y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos
en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo,
siendo que yo me santifique debidamente.
McNulty, Obispo de Paterson, N.J.
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